sábado, 29 de diciembre de 2007

Spoleto, una ciudad versificada por grandes poetas.

Esta espléndida ciudad, elegante y fascinante, relativamente pequeña, con cerca de 39.000 habitantes, situada al sur de la región de Umbría, uno de los territorios más hermosos y más y mejor dotadas de patrimonio artístico de Italia, que ya es decir..., merece, sin duda alguna, una visita detallada que, en el caso de algún visitante acaudalado, sensible y con una gran cantidad de tiempo libre a disposición, podría prolongarse durante toda la eternidad de su cuenta corriente que, probablemente, excedería del paso de ese afortunado por este mundo.
Con un poco de suerte, podría ser yo, sin ir más lejos. Basta con que me toque el "gordo" en el Sorteo del "Niño", y os juro por la gloria de mis antepasados que de aquí no me mueven "ni la Paz ni la Caridad", como decía mi padre, con esa entonación solemne y conminatoria, tan española, de quienes consideran propios los enfatismos clásicos, cuando anhelaba profundamente el cumplimiento de algún sueño.

Spoleto es una ciudad cuya historia milenaria atrae irresistiblemente. Una historia hecha de momentos de paz y de otros muchos de turbulencias cuyas huellas permanecen indelebles en sus magníficos monumentos y museos.

Es la ciudad a la que San Francisco de Asís cantó en alabanza; la que causó la admiración de Miguel Ángel; la que fue motivo de extásis para Goethe, tal y como dejó señalado, a los 37 años, en su libro "Viaje por Italia" y la que arrancó del talento de Carducci una oda espléndida que incluyó en su poemario titulado "Odas Bárbaras" y también es la ciudad en la que el afamado compositor lombardo Giancarlo Menotti, afincado en Estados Unidos, decidió fundar, en 1958, uno de los mejores festivales de música culta, ballet y teatro de Europa, el celéberrimo "Festival dei due Mondi", que, desde entonces, se celebra todos los años entre finales del Junio y mediados de Julio, y al que acuden melómanos de todos los lugares del mundo con una expectación anímica que podría tildarse de sacramental.

Bueno, después de esta introducción entusiástica ¡lástima no poseer el talento de Carducci! os voy a comentar, en líneas generales, cómo es Spoleto.


Spoleto se alza en el cerro de S. Elías, en las faldas de Monteluco, a orillas del río Tessino, en el márgen inferior del Valle de Umbría.

Su tejido urbano está impregnado de influencias de la civilización romana, y sus características arquitectónicas son fundamentalmente de la Alta Edad Media y del Renacimiento, además de los muchos e importantes vestigios arqueológicos que conserva, tales como el espléndido Arco de Druso, que data del año 23 d.C., el impresionante Teatro Romano, cuya construcción se estima que fue realizada en los primeros años del Imperio, la delicada Básilica de San Salvador, paleocristiana, del siglo IV d.C., así como el Puente Romano, formado por una línea con tres inmensos arcos consecutivos de travertino o la bellísima villa romana de Vespasia, la madre del Emperador Vespasiano, cuyos pavimentos y paredes recubiertas de mosaícos siguen, hoy en día, en perfecto estado. Cerca del Puente Romano - también conocido como Ponte Sanguinario, sin duda por las terribles batallas que se libraron sobre él y en sus inmediaciones -se encuentra la Iglesia de San Pietro cuya fachada, del siglo XIII, está ornamentada por espléndidos bajorelieves. Detrás de esa iglesia, surge un panorama maravilloso que abarca toda la ciudad de Spoleto, incluído el descomunal Puente delle Torri, de la Edad Media tardía, formado por 10 gigantescos arcos, que le confieren unas dimensiones de 230 metros de longitud por 80 de altura. Este puente conecta la Rocca Albornoziana- una fortaleza impresionante, construida en la segunda mitad del siglo XIV, a instancias del Cardenal español Egidio Álvarez de Albornoz, hombre más de armas que de fe, quien recondujo a Spoleto al poder de los Estados Pontificios -con una ladera de Monteluco, la montaña que domina la ciudad de Spoleto.


Ahora, os voy a aconsejar un recorrido para que empecéis a recorrer la ciudad el primer día que lleguéis a ella. Podéis empezar por la Piazza della Libertá, desde la que podréis contemplar el Teatro Romano. A continuación, bajad por el Corso Mazzini, a cuya derecha se encuentra el interesantísismo Museo Municipal de Arte Moderno. Si, sin embargo, os situáis a la izquierda y luego subís por la Via dello Sdrucciolo, cruzáis la Piazza della Genga, llegaréis a la Piazza del Mercato. Desde ahí continuad en dirección a la Rocca Alborniziana.

A la izquierda, os encontraréis con la Via di Visale. En la esquina de esa calle con la Piazza del Municipio está la espléndida villa romana que os comentaba más arriba. Cruzando la Piazza del Municipio y, después, la Piazza Campello, donde está la preciosa Iglesia de San Simeone, del siglo XIII, se llega a los pies de la fortaleza del Cardenal Álvarez de Albornoz. De regreso a Piazza Campello, se baja por la Via Aurelio Saffi hasta toparse, a la derecha, con la escalinata que conduce a la Piazza del Duomo, donde se halla la fantástica Catedral (Duomo) de Spoleto, iniciada a construir, sobre las ruinas de una iglesia del siglo IX, en la segunda mitad del siglo XI y reestructurada y ampliada, primero a inicios del XVI y, después, en el XVII. La bellísima Catedral, con un interior de una hermosura apabullante, alberga un número notable de obras de arte y de obras maestras, de artistas de la talla del Pinturicchio, de Bernini, así como el sepulcro donde descansa en paz el gran Filippo Lippi. En la misma plaza se encuentran la elegante Iglesia de Santa Maria della Manna d'Oro, de planta octogonal, que data de entre los siglos XVI y XVII, y el Teatro Caio Melisso, el más antiguo de la ciudad, del siglo XVII, si bien fue reconstruido en el XIX y reestructurado a mediados del XX.

Después, volvéis por la Via Aurelio Saffi, y antes de continuar por la Via dei Duchi, llegaréis al Palacio Episcopal, en cuyo recinto se encuentra la encantadora Iglesia de Santa Eufemia, del siglo XII, cuyo bellísimo interior os aconsejo encarecidamente que no dejéis de visitar.

Si, además, os apetece pasar bajo el Arco de Druso (trae una suerte grandísima) entonces téneis que volver a la Piazza del Mercato, y, después, yendo hacia la derecha, os volveríes a encontrar en la Piazza della Libertá.


Como con tanto paseo y con tanta maravilla os habrá entrado un hambre de cuidado, os aconsejo un restaurante, de entre los muchos que hay en Spoleto- ciudad en la que su estupenda gastronomía y la simpatía de la gente constituyen otro de sus grandes encantos - que es precioso, y en el que se come a cuerpo de rey. Se trata del Ristorante-Taverna dei Duchi, situado en Via Aurelio Saffi, 1, muy cerquita de la Piazza del Duomo. Es un local espacioso y precioso, albergado en un edificio del siglo XIII. Preparan una genuína cocina lugareña, utilizando los productos mejores y más característicos de esta tierra fertilísima, como su célebre aceite de oliva virgen extra y las trufas frescas de bosque, blancas y negras, los sabrosísimos embutidos de Valnerina, además de las célebres carnes de vacuno chianino, una raza especialmente tierna y sabrosa procedente de Val di Chiana, de la cercana Toscana, cuyos chuletones a la brasa se deshacen en la boca. La pasta hecha a mano, es capítulo a parte. Me tomé unos strangozzi con salsa de ragú, que pese a la abundancia de la ración creía que me moría de pena cuando se me quedó el plato vacío. Pero, claro, luego llegó el chuletón, hecho en su punto, y resucité en un pis pas. La carta de vinos es muy extensa y selecta, pero os aconsejo que pidáis el de la casa. Tienen un tinto de las colinas del lugar que es una bendición. Una comida que habría sido digna de nuestro viejo paisano, el fiero Cardenal Álvarez de Albornoz, nos salió por unos 40 € por persona, pero os puedo asegurar que la relación calidad precio fue más que ventajosa para los comensales.


FELIZ AÑO NUEVO y... no os olvidéis de pedir a los Reyes Magos que os regalen un viaje a Umbría, con amplia parada y fonda en Spoleto. Esto, bien clarito, en el primer párrafo de la carta.


Sylvia






sábado, 22 de diciembre de 2007

Asís: La Capilla de la Porziuncola en la Basilica de Santa Maria degli Angeli.


La ciudad de Asís, declarada patrimonio de la humanidad y galardonada, en 2004, con la medalla de oro al mérito civil, es sin duda la ciudad más famosa del territorio de Umbría y, también, una de las más célebres de Italia.
La bellísima y pequeña ciudad, con una población de unos 27.000 habitantes, se alza en la ladera occidental del Monte Subasio, cuya cima alcanza los 1.290 de altura sobre el nivel del mar.

Si bien es cierto que su fama se debe principalmente a ser la cuna de San Francisco de Asís, patrón de Italia, uno de los santos hombres sobre el que se han vertido más rios de tinta, compuesto más cantos de alabanza y creado más obras de arte, impulsado todo ello por el asombro y el fervor que no deja de despertar la figura amorosa y compasiva y la obra conmovedora y pacificadora de ese singular hombre de Dios, no es en ningún caso menos cierto que su magnífica arquitectura medieval y renacentista, además de edificaciones de tiempos de la civilización romana, cuidadas através de los siglos como si se tratara de cálices de oro, han contribuido a que la ciudad de Asís sea en sí misma una reliquia de culto y de arte de tal calibre que, si se pudiera, sería deseable visitar de puntillas y en recogimiento para que nada ni nadie pudiera pertubar su paz sobrenatura, esa paz que la humanidad ha denostado desde que el mundo es mundo por temor a perder el pulso del poder y, sinembargo ¡Cuánto bien y cuánta belleza nos ha sido ofrecida sin que hayamos sido capaces de prestarle más atención que la superficial que abarca la vista!.

Como la mayoría de vosotros, de un modo u otro, habréis tenido oportunidad de saber de esta ciudad, de sus obras de arte y de la archifamosa Basílica de San Francisco, os voy a describir hoy otra maravilla. Se trata de la Capilla della Porziuncola, albergada en la Basílica de Santa María degli Angeli.
La Basílica se encuentra en la homónima fracción de la ciudad, bastante cerca de la estación de ferrocarril y junto a los suaves e inmensos campos que circundan el área.
Absolutamente blanca e imponente (dicen que es uno de los siete templos de mayor tamaño de la cristiandad), forma parte de un conjunto monástico.
Se avista enseguida por lejos que os encontréis y su visión conlleva tal carga de magnetismo que es imposible no acercarse a ella, quedarse absorto y, después, acceder a ella con la sensación de disponerse a traspasar una de las puertas del paraíso.
La Basílica de Santa María degli Angeli, tal y como se nos presenta en la actualidad, se empezó a construir a mediados del siglo XVI, por voluntad del Papa Pio V, quien encargó el proyecto al insigne arquitecto Galeazzo Alessi, y las obras concluyeron en 1667, si bien tuvo que ser restaurada en el siglo XIX, con motivo de los graves daños causados durante el terremoto de 1832.
La Basílica se hizo construir fundamentalmente para preservar la Chiesa della Porziuncola, para conferir el merecido lustre a ese sagrado lugar franciscano, y para dar cabida al ingente número de peregrinos que lo visitaban y lo visitan, cuya cifra, en el siglo XVI, ya se estimaba entorno a un millón de personas al año. Tras la construcción de la Basílica, la Iglesia de la Porziuncola pasó a integrase en ella, mantenida intacta, pero a modo de gran capilla, en el centro del crucero y bajo la impresionante cúpula de la Basílica.

Originalmente, la Porziuncola era una pequeña iglesia (más bien un oratorio de unos 30 m.c.) que databa del siglo IV d.C., construida por un grupo de ermitaños procedentes de Tierra Santa. Hay evidencias de que a finales del siglo VI, fue donada a San Benito para que se instalara ahí junto a sus monjes. Pero, fue San Francisco, quien hizo de ella un lugar mítico, procediendo a repararla y a agrandarla tras el sueño en el que se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, dándole señales de proteger ese lugar de culto y dotarlo de una vida acorde con el Evangelio. Ahí fue donde San Francisco decidió vivir en todo momento de acuerdo con la palabra de Jesús, de donde salió el primer grupo de humildes franciscanos a propagar la misericordia y la paz, y donde, a inicios del siglo XIII, la noble dama Chiara di Favarone di Offreduccio, quien se convertiría en Santa Clara, entró en religión, renunció a todos sus bienes materiales y fundó en absoluta pobreza la Orden de las Clarisas.

La parte exterior de la Capilla de la Porziuncola está recubierta de frescos magníficos, de entre los siglos XIV y XV, obra de Andrea d'Assisi, apodado L'Ingegno. En la cima de la Capilla se erige un espléndido tabernáculo de estilo gótico. En el interior, más que destacar, asombran por su belleza sublime la bóveda de cañon, el maravilloso retablo del siglo XIV, obra de Pietro Ilario da Viterbo, que representa la "Concesión del Perdón".

Dentro de la Basílica y al inicio del presbiterio se encuentra la Capilla del Tránsito, la que fuera la celda de San Francisco, donde murió el 4 de octubre de 1226. La parte exterior está hermosamente afrescada por Domenico Bruschi, a finales del XIX, mientras que la interior contiene un maravilloso ciclo de frescos, que representa el "Tránsito de Cristo", de la segunda década del siglo XVI, obra de Lo Spagna, magnífico pintor de orígen español, afincado en Umbría y discípulo destacado de Il Perugino, así como una bellísima estatua de San Francisco, obra del gran Andrea della Robbia.

Cuando hayaís visitado esta y otras maravillas, os aconsejo que os paréis a comer o a cenar en "La Antica Trattoria Pallotta", que se encuentra en pleno casco antiguo de Asís, en la Piazza del Comune, frente al Templo de Minerva, una imponente obra de arte romana cuya construcción data del siglo I a.C. Pese a su antigüedad, la escalinata de acceso, la espléndida fachada y las 6 columnas con capiteles corintios que la sustentan están perfectamente conservadas.
Bueno, pues al fondo de la plaza, está esta acogedora y muy bonita trattoria, en la que podéis degustar los mejores platos de la cocina umbra casera y auténtica , como los strangozzi (una especie de tagliatelle pero más gruesos y rústicos) con salsa de setas o con ragú, verdaderos gnocchi de patata, carnes de caza, de buey, de ternera, pastel salado de verduras, de queso, y unos postres estupendos. Teniendo en cuenta la excelente relación calidad/precio, la trattoria no es cara. Una comilona memorable os puede salir por unos 40 €.
Ya me contaréis, pues de verdad que me gustaría saber lo que habéis disfrutado en vuestra estancia en Asís.

¡FELIZ NAVIDAD!


Sylvia

jueves, 20 de diciembre de 2007

Gubbio: El Árbol de Navidad más grande del mundo.

Estaba tan tranquila y tan encantada visitando Perugia, que ni se me había pasado por la imaginación que ayer iba a salir escopetada de ahí para hacer una visita a Gubbio, una antiquisíma y extraordinariamente bella ciudad de Umbría, a 39 km, al noroeste de Perugia.
Pero una amiga mía, de Coruña, que está haciendo en Perugia su tesis doctoral, se quedó de una pieza cuando el martes por la noche le comenté que todavía no conocía Gubbio y que tampoco sabía (hasta que ella me lo dijo) que en dicha ciudad se construía todos los años el mayor árbol de Navidad del mundo. Para resumir, Sita (apelativo cariñoso de mi amiga María Teresa) me propuso acompañarme ayer a visitar Gubbio: el único día que podía antes de irse a Coruña para pasar estas fiestas con su familia.

Cogimos el coche tempranísimo, con un frío húmedo importante. Quizá yo lo acusaba más que Sita, pues me había acostado tardísimo, tras un intento desesperado por saber qué era, además del espectacular "abeto navideño", lo que hacía que esa ciudad tuviera que ser visitada con apasionada urgencia, con el mismo ímpetu que te lleva a reencontrarte con un antiguo novio, que no has podido o querido olvidar, del que, de pronto, recibes noticias, y te das cuenta que la posibilidad del ansiado abrazo consiste en ganarle la batalla al reloj.


Tan pronto como divisé Gubbio, asentada a más de 500 metros de altura en la base del Monte Ingino, cuya cima se encuentra a poco menos de 400 metros de altura respecto a la ciudad, fuí consciente de que la urgencia que me había transmitido Sita estaba más que justificada. Abarcando una ladera completa del monte se encontraba el maravilloso Árbol de Navidad, que tiene una altura de unos 350 metros, una base de cerca de 250 metros de ancho, y está coronado por una estrella de 40 metros de anchura y 25 de longitud. El árbol, con un trazado idéntico al de un abeto natural, está configurado por unos 8 Km. de cables eléctricos, 600 puntos de luz, y más de 1.300 enchufes. Tan pronto como anochece se encienden todas las luces, de múltiples colores, generando una luminosidad y unos destellos tan mágicos como espectaculares, que refulgen sobre la ciudad y los campos circundantes, haciendo que el espléndido conjunto arquitectónico de Gubbio, el Monte Ingino, y la fértil campiña, formen una unidad majestuosa y onírica.
Este fascinante ritual navideño en el Monte Ingino, ideado a principios de la década de los '80, se repite todos los años, desde el 7 de Diciembre hasta el 10 de Enero.

Está claro que yo fui la primera en insistir en que nos quedaramos hasta la noche para contemplar con mis propios ojos la maravilla que os he descrito brevemente.
Así fue como, gracias a Sita, tuve la oportunidad de descubrir la antigua Ikuvium, de tan hermosas y equilibradas características arquitectónicas que podría considerarse un ejemplo perfecto de ciudad medieval próspera y culta, con un gran casco antiguo magistralmente trazado, donde las callecitas estrechas, serpenteantes y escalonadas, flanqueadas de edificios antiquísimos, conservados con tanta sensibilidad como inteligencia, desembocan en las calles y plazas principales, amplias, bellísimas y elegantes, en las que resalta una arquitectura señorial y armoniosa procedente, en gran medida, de entre los siglos XI y XIV.
Gubbio fue constituida como ciudad por los umbros hacia el siglo VIII a.C., si bien dicho pueblo de origen indoeuropeo llevaba asentado en el centro y centro noroeste de Italia desde el año 2.000 a.C., aproximadamente. En uno de sus tratados históricos, el erudito ciéntifico, naturalista y militar romano Plinio el Viejo aseguraba que dicho pueblo había sido el primero en asentarse en la península itálica y que fueron tantas las ciudades que fundaron, ya que su extensión territorial llegó hasta el mar Adriático (donde ahora se encuentra la región de Romagna) que la civilización etrusca les arrebató, nada más ni nada menos, que 300 poblaciones social, política y jurídicamente consolidadas.
Al parecer, la civilización umbra, de costumbres muy pacíficas, se dedicaba especialmente a la agricultura, a la ganadería y a la manufactura del hierro, bronce y otros metales. Poseía, además un conocimiento técnico y un sentido estético de la arquitectura muy desarrollados, tal y como se manifiesta en los vestigios que se han hallado en los lugares de culto dedicados a sus distintas divinidades. Ayer, pude observarlo con asombro en el Museo Civico de Gubbio, que se encuentra en el interior del impresionante Palazzo dei Consoli, de estilo gótico, edificado en el siglo XIV y situado en la Piazza Grande, en la que también se alza el soberbio Palazzo Pretorio, de características similares al anterior, y donde ahora está la sede del Ayuntamiento.
Entre los muchos restos arqueológicos y obras de arte allí albergadas, se encuentran las fabulosas "Tablas Egubinas". Son siete tablas de bronce escritas en lengua umbra, pero con algunos textos en latín, ya que proceden de entre los siglos II y I a.C. Además del gran interés lingüístico y arqueológico, las tablas son un documento de incalculable valor ya que, a partir de las mismas, se puede conocer el extraordinario valor que tenía Ikuvium para los umbros y el alcance sorprendente de su cultura y civilización.
Tampoco os perdáis la bellísima Basílica de San Ubaldo, reconstruida en el siglo XVI, y que se encuentra en la cima del Monte Ingino, a donde se llega con un teleférico que parte de Gubbio. El viaje es precioso y muy divertido, permitiendo además contemplar un paisaje paradisíaco.
Tras subir una escalinata se accede al maravilloso claustro de la Basílica ornamentado por Pier Angelo Basili, con un extenso ciclo de frescos que describe la vida de San Ubaldo, patrón de Gubbio. Al interior de la Basílica se accede a través de unos portalones de madera tallada. La planta está compuesta por cinco cruceros separados por una sucesión de arcos sustentados en columnas de piedra maciza. Sobre el presbiterio se alza una cúpula gigantesca. En el ábside, en una urna de bronce, se conserva el cuerpo incorrupto de San Ubaldo. Ni que decir tiene que el interior de la Basílica es una joya, repleta de frescos que narran argumentos bíblicos, realizados entre los siglos XVI y XVIII por pintores de la talla de Savio Savini, Felice Damiani y Francesco Allegroni, entre otros.
Cerca de la Basílica, en la cima del Monte, podéis comer en un restaurante precioso y panorámico, donde sirven una excelente cocina umbra: pastas buenísimas hechas a mano, carnes del ganado que pasta libremente por la zona, carnes de caza, además de unos embutidos y de unos quesos exquisitos.
No olvidéis probar otra de las delicias gastronómicas típicas de Gubbio: sus apreciadísimas trufas blancas, así como negras, que casan divinamente con sus famosas tagliatelle.
Sylvia

martes, 18 de diciembre de 2007

Perugia: Augusta Perusia, tres mil años de historia documentada.

Como quien dice, acabo de llegar a Perugia y, por ello, quizá, no dejo de asombrarme de todas las valiosas gemas que, cuidadosamente engarzadas, una tras otra, desde hace cerca de 3.000, han conformado esa corona de valor incalculable y de belleza casi indescriptible que es la capital de Umbría. Es, sobre todo, una belleza serena, pacífica e invitante, que se constituye en compañía inseparable y leal en ese fascinante y lento deambular por sus calles - esos trayectos cuya longitud se niega a medir el fervor por lo apolíneo, quizá por temor a que los ojos no los hayan plasmado lo bastante - sin interrumpir en momento alguno la contemplación de su espléndido, sonriente y siempre armónico semblante.

La ciudad está arrellanada sobre dos colinas, la Colina del Sole y la de Landoni. En su punto más elevado, Porta Sole (cuya altitud es de unos 490 metros sobre el nivel del mar) se encuentra la parte más antigua de Perugia, parcialmente rodeada por dos líneas de murallas: las de orígen etrusco y las medievales. El resto de la ciudad se desarrolla alrededor, en descenso, en perfecto equilibrio y orden cronológico hasta llegar a la parte más llana, el Pian de Massiano, que se encuentra a unos 275 metros de altura sobre el nivel del mar, por lo que su observación desde la distancia constituye una obra de arte en sí misma. Es como si su antiquísimo trazado se hubiera realizado ante el presagio de que, en el siglo XVI, la mirada genial del Perugino se fuera a posar en ella, para inspirarse, después, en la perfección de sus formas.

Cinco de sus barrios están rodeados por los restos de las murallas etruscas, compuestas por grandiosos baluartes construidos, en el III a.C., con piedras descomunales y casi exactas entre sí, y con siete impresionantes puertas de acceso a la que entonces fuera una importantísima ciudadela militar de Etruria.
Quiere decirse que cuando Roma aún no se había terminado de esbozar, Perugia -habitada desde el siglo X a.C.- en el siglo VI a.C. ya estaba configurada como ciudad por los etruscos. Tres siglos más tarde, la ciudad se encontraba en pleno apogéo y se había convertido en un objetivo tan codiciado, que hubo de ser fortificada para salvaguardarla.
No obstante, en el año 295 a.C., tras la Batalla de Sentino, tanto Perugia como la mayor parte de la región de Umbría pasan a formar parte de la administración romana, conservando una cierta autonomía de gobierno, lo que, entre otras cosas, está históricamente documentado por las inscripciones de esa época y posteriores, ya que los habitantes de Perugia y de su área siguen utilizando la lengua etrusca como medio de comunicación, romanizándose plenamente hacia el siglo I a.C. En el año 41 a.C., en tiempos de la guerra civil de Roma, la ciudad es presa de las llamas durante el Bellum Perusino, pero tal es su valor para Roma que, al cabo, el Emperador Augusto ordena su completa reconstrucción y, a partir de entonces, se la conocerá por todo el Imperio como Augusta Perusia.


Bueno, dejo en vuestras manos la prosecución con la apasionante historia de Perugia, y aunque aún me queda mucho por recorrer y visitar aquí, os voy a dar un itinerario indicativo, para que los que, como yo, seáis novatos en estas lides, os podáis mover, inicialmente, con una cierta soltura.
Os aconsejo que os situéis en la Piazza IV Novembre, la más emblemática de la ciudad, y en la que se encuentran monumentos y edificios tan impresionantes como: la Catedral de San Lorenzo, construida entre la segunda mitad del siglo XIV y finales del XV, en la que se conserva el "Sacro Anello" (la alianza de bodas de la Santísima Virgen); la Fontana Maggiore, una fuente medieval, de dos alturas, de una belleza sublime; el Palacio de los Priori, en cuyo interior se alberga el Museo Nacional de Umbría, y desde allí, paseando por el Corso Vannucci (bellísimo y elegante) lleguéis hasta la Piazza Italia, donde se encuentra la espectacular fortaleza, del siglo XVI, llamada Rocca Paolina. Después, entráis por Via Biagiotti, donde os encontraréis, al llegar a Via dei Priori, con el maravilloso Palazzo del Capitano del Popolo, del último tercio del siglo XV, de estilo renacentista, pero con visibles trazos góticos. Siguiendo por Via del Popolo, llegaréis a una de "las joyas de la corona": el Oratorio de San Bernardino, construido en la segunda mitad del siglo XV, por Agostino di Duccio, una obra maestra de la arquitectura renacentista, con un interior de una tal belleza y delicadeza que os dejará sin poder articular una sola palabra. Creedme.


No seáis impacientes, que ya os contaré más cosas de Perugia, según las vaya descubriendo, saboreando y asimilando...


Sylvia