Con un poco de suerte, podría ser yo, sin ir más lejos. Basta con que me toque el "gordo" en el Sorteo del "Niño", y os juro por la gloria de mis antepasados que de aquí no me mueven "ni la Paz ni la Caridad", como decía mi padre, con esa entonación solemne y conminatoria, tan española, de quienes consideran propios los enfatismos clásicos, cuando anhelaba profundamente el cumplimiento de algún sueño.
Spoleto es una ciudad cuya historia milenaria atrae irresistiblemente. Una historia hecha de momentos de paz y de otros muchos de turbulencias cuyas huellas permanecen indelebles en sus magníficos monumentos y museos.
Es la ciudad a la que San Francisco de Asís cantó en alabanza; la que causó la admiración de Miguel Ángel; la que fue motivo de extásis para Goethe, tal y como dejó señalado, a los 37 años, en su libro "Viaje por Italia" y la que arrancó del talento de Carducci una oda espléndida que incluyó en su poemario titulado "Odas Bárbaras" y también es la ciudad en la que el afamado compositor lombardo Giancarlo Menotti, afincado en Estados Unidos, decidió fundar, en 1958, uno de los mejores festivales de música culta, ballet y teatro de Europa, el celéberrimo "Festival dei due Mondi", que, desde entonces, se celebra todos los años entre finales del Junio y mediados de Julio, y al que acuden melómanos de todos los lugares del mundo con una expectación anímica que podría tildarse de sacramental.
Bueno, después de esta introducción entusiástica ¡lástima no poseer el talento de Carducci! os voy a comentar, en líneas generales, cómo es Spoleto.
Spoleto se alza en el cerro de S. Elías, en las faldas de Monteluco, a orillas del río Tessino, en el márgen inferior del Valle de Umbría.
Su tejido urbano está impregnado de influencias de la civilización romana, y sus características arquitectónicas son fundamentalmente de la Alta Edad Media y del Renacimiento, además de los muchos e importantes vestigios arqueológicos que conserva, tales como el espléndido Arco de Druso, que data del año 23 d.C., el impresionante Teatro Romano, cuya construcción se estima que fue realizada en los primeros años del Imperio, la delicada Básilica de San Salvador, paleocristiana, del siglo IV d.C., así como el Puente Romano, formado por una línea con tres inmensos arcos consecutivos de travertino o la bellísima villa romana de Vespasia, la madre del Emperador Vespasiano, cuyos pavimentos y paredes recubiertas de mosaícos siguen, hoy en día, en perfecto estado. Cerca del Puente Romano - también conocido como Ponte Sanguinario, sin duda por las terribles batallas que se libraron sobre él y en sus inmediaciones -se encuentra la Iglesia de San Pietro cuya fachada, del siglo XIII, está ornamentada por espléndidos bajorelieves. Detrás de esa iglesia, surge un panorama maravilloso que abarca toda la ciudad de Spoleto, incluído el descomunal Puente delle Torri, de la Edad Media tardía, formado por 10 gigantescos arcos, que le confieren unas dimensiones de 230 metros de longitud por 80 de altura. Este puente conecta la Rocca Albornoziana- una fortaleza impresionante, construida en la segunda mitad del siglo XIV, a instancias del Cardenal español Egidio Álvarez de Albornoz, hombre más de armas que de fe, quien recondujo a Spoleto al poder de los Estados Pontificios -con una ladera de Monteluco, la montaña que domina la ciudad de Spoleto.
Ahora, os voy a aconsejar un recorrido para que empecéis a recorrer la ciudad el primer día que lleguéis a ella. Podéis empezar por la Piazza della Libertá, desde la que podréis contemplar el Teatro Romano. A continuación, bajad por el Corso Mazzini, a cuya derecha se encuentra el interesantísismo Museo Municipal de Arte Moderno. Si, sin embargo, os situáis a la izquierda y luego subís por la Via dello Sdrucciolo, cruzáis la Piazza della Genga, llegaréis a la Piazza del Mercato. Desde ahí continuad en dirección a la Rocca Alborniziana.
A la izquierda, os encontraréis con la Via di Visale. En la esquina de esa calle con la Piazza del Municipio está la espléndida villa romana que os comentaba más arriba. Cruzando la Piazza del Municipio y, después, la Piazza Campello, donde está la preciosa Iglesia de San Simeone, del siglo XIII, se llega a los pies de la fortaleza del Cardenal Álvarez de Albornoz. De regreso a Piazza Campello, se baja por la Via Aurelio Saffi hasta toparse, a la derecha, con la escalinata que conduce a la Piazza del Duomo, donde se halla la fantástica Catedral (Duomo) de Spoleto, iniciada a construir, sobre las ruinas de una iglesia del siglo IX, en la segunda mitad del siglo XI y reestructurada y ampliada, primero a inicios del XVI y, después, en el XVII. La bellísima Catedral, con un interior de una hermosura apabullante, alberga un número notable de obras de arte y de obras maestras, de artistas de la talla del Pinturicchio, de Bernini, así como el sepulcro donde descansa en paz el gran Filippo Lippi. En la misma plaza se encuentran la elegante Iglesia de Santa Maria della Manna d'Oro, de planta octogonal, que data de entre los siglos XVI y XVII, y el Teatro Caio Melisso, el más antiguo de la ciudad, del siglo XVII, si bien fue reconstruido en el XIX y reestructurado a mediados del XX.
Después, volvéis por la Via Aurelio Saffi, y antes de continuar por la Via dei Duchi, llegaréis al Palacio Episcopal, en cuyo recinto se encuentra la encantadora Iglesia de Santa Eufemia, del siglo XII, cuyo bellísimo interior os aconsejo encarecidamente que no dejéis de visitar.
Si, además, os apetece pasar bajo el Arco de Druso (trae una suerte grandísima) entonces téneis que volver a la Piazza del Mercato, y, después, yendo hacia la derecha, os volveríes a encontrar en la Piazza della Libertá.
Como con tanto paseo y con tanta maravilla os habrá entrado un hambre de cuidado, os aconsejo un restaurante, de entre los muchos que hay en Spoleto- ciudad en la que su estupenda gastronomía y la simpatía de la gente constituyen otro de sus grandes encantos - que es precioso, y en el que se come a cuerpo de rey. Se trata del Ristorante-Taverna dei Duchi, situado en Via Aurelio Saffi, 1, muy cerquita de la Piazza del Duomo. Es un local espacioso y precioso, albergado en un edificio del siglo XIII. Preparan una genuína cocina lugareña, utilizando los productos mejores y más característicos de esta tierra fertilísima, como su célebre aceite de oliva virgen extra y las trufas frescas de bosque, blancas y negras, los sabrosísimos embutidos de Valnerina, además de las célebres carnes de vacuno chianino, una raza especialmente tierna y sabrosa procedente de Val di Chiana, de la cercana Toscana, cuyos chuletones a la brasa se deshacen en la boca. La pasta hecha a mano, es capítulo a parte. Me tomé unos strangozzi con salsa de ragú, que pese a la abundancia de la ración creía que me moría de pena cuando se me quedó el plato vacío. Pero, claro, luego llegó el chuletón, hecho en su punto, y resucité en un pis pas. La carta de vinos es muy extensa y selecta, pero os aconsejo que pidáis el de la casa. Tienen un tinto de las colinas del lugar que es una bendición. Una comida que habría sido digna de nuestro viejo paisano, el fiero Cardenal Álvarez de Albornoz, nos salió por unos 40 € por persona, pero os puedo asegurar que la relación calidad precio fue más que ventajosa para los comensales.
FELIZ AÑO NUEVO y... no os olvidéis de pedir a los Reyes Magos que os regalen un viaje a Umbría, con amplia parada y fonda en Spoleto. Esto, bien clarito, en el primer párrafo de la carta.
Sylvia