jueves, 21 de febrero de 2008

Passigano sul Trasimeno: El arte del saber vivir a orillas del Lago Trasimeno.




Acabo de pasar unos días aquí y, pese a estar todavía en invierno, me he quedado tan encantada y maravillada con lo atractiva y entrañable que es la vida aquí, que lo más probable es que vuelva para disfrutar de unas vacaciones como Dios manda. Voy a tratar de transmitiros mediante estas líneas lo increíblemente bonita y plácida que esta pequeña localidad de cerca de 5.300 habitantes, situada a 11 Km. de Magione, esa emblemática localidad, cercana al Lago Trasimeno, de la que os hablé hace un par de semanas.


Esta preciosa ciudad de vacaciones, rodeada de bosques frondosos, y precedida de colinas verdes, cultivadas con esmero y sabiduría, asoma literalmente a la orilla norte de ese lago idílico, que separa las regiones de Toscana y de Umbría.


Passignano pertenece a la provincia de Perugia y está a unos 30 km. de distancia de esa capital y a menos de 20 de la provincia de Arezzo (Toscana). Frente a ella está la Isola Minore, la más pequeña de las islas situadas en el Lago Trasimeno. Actualmente es propiedad privada y cuenta con una flora exuberante en la que anidan montones de pajaros multicolores.

Por la paradisíaca naturaleza que la rodea, por su antiquísima riqueza arquitectónica y artística, y por su enclave privilegiado, Passignano es una de esas ciudades pequeñas y encantadoras frecuentadas por los turistas de buen gusto y de mejor criterio, que lo que desean es huir de las aglomeraciones cuando se está de vacaciones, para situarse en un marco singular, que transmite emoción y vitalidad: la antítesis de lo que nos depara el ritmo frenético de las grandes ciudades, su contaminación y su disparatado estilo de vida, lo que termina por destrozar el bienestar interior al que aspira todo ser humano sensato y sensible.
Passignano sul Trasimeno significa vivir apaciblemente, comer de maravilla, descansar y disfrutar al mismo tiempo de la multiplicidad de actividades que ofrece: los deportes acuáticos, las excursiones en barco de un lado al otro del inmenso lago, así como jugar al tenis, montar a caballo, dar largos paseos por la naturaleza y un casi infinito etcétera. Todo ello enriquecido por el arte y por sus acontecimientos culturales, pasando por los conciertos más selectos que se ofrecen en el “Auditorium”, para culminar con sus festejos y celebraciones tradicionales que, de un modo u otro, siempre están presentes en la vida de la Passignano.


La localidad es actualmente la sede del “Ente del Parco Trasimeno”, con la consideración de reserva natural protegida.

Los historiadores sostienen que la primera civilización que se hizo con el lugar fue la umbra, a quienes, siglos más tarde, la sucederían los etruscos y, seguidamente, los romanos. Estos últimos convirtieron la ciudad en un asentamiento militar, con el fín de vigilar el tránsito de tropas adversarias hacia o desde el norte de Italia, al encontrarse la entonces “Passianum” junto a la única vía de conexión existente entre Roma y el norte. Pese a ello, en el transcurso de la segunda guerra púnica, concretamente en la célebre Batalla del Lago Trasimeno, librada en Junio del 217 a.C., Anibal, al frente de los cartagineses, consiguió tender una trampa mortal al Cónsul Cayo Flaminio Nepote y al grueso de las tropas que éste encabezaba, estimándose una pérdida de 15.000 hombres, lo que supuso la derrota de Roma.

A principios del siglo X, el Emperador Berengario I concede Passignano sul Trasimeno al Marqués Uguccione del Monte, en calidad de feudo. En el siglo XI, la entonces ciudadela entra a formar parte de la órbita de poder de Perugia, quien construyó una carretera que conectaba a la localidad con dicha capital, de manera de poder ejercer su dominio también en el territorio circundante. Lo anterior hizo que Passignano se viera inmersa durante siglos en una concatenación de luchas feroces por el poder territorial, mantenidas entre Perugia, Florencia y Arezzo. En la segunda década del siglo XVI, pasó a ser feudo de la antigua dinastía de los Baglioni y, a continuación, de la dinastía de los Oddi y, después, de la de los Della Corgna, integrándose en 1643 en el territorio del Gran Ducado de Toscana.


Por su situación geográfica y su posicionamiento junto a dicha carretera, Passignano, un apacible pueblecito de pescadores, se convirtió en un lugar de parada, prácticamente ineludible, para quienes se dirigían de Perugia a Florencia, o para quienes atravesaban la península por esa latitud procedentes de los puertos situados a orillas del mar Adriático a los del mar Tirreno y viceversa. Lo anterior hizo que surgieran en Passignano un número considerable de tabernas, hospederías y comercios, por lo que se convirtió en una localidad rica, alegre y llena de vida, cuya belleza y buen hacer corría de boca en boca de un lado a otro de Italia. Así fue como en la Edad Media se gestó su vocación turística, que vería plenamente la luz a principios del siglo XX, cuando se puso de moda en toda Italia gracias a la Reina Margarita de Saboya, quien queriendo recorrer el Lago Trasimeno en barco, paró a descansar en ella y se quedó prendada de su hermosura y de la cordialidad de sus habitantes. Por aquella época, solo había un barco que hiciera la travesía del Lago Trasimeno: el “Concordia”, que fue en el que embarcó la reina. En 1916, se fundó en Passignano la Real Escuela de Pilotos de Hidroaviones, que permaneció allí hasta 1922 y, por esa misma época, se estableció cerca de la ciudad la sede de una célebre industria de fabricación de aviones y barcos, lo que aportó a Passignano todavía mayor riqueza y renombre.

El casco antiguo de la localidad sigue estando rodeado de murallas medievales que, en el siglo XI protegían el imponente castillo, de planta cuadrada, construido entre los siglos V y VI, y ampliado y convertido en fortaleza en el siglo XI, conocido como “La Rocca”, que constituía el punto principal de defensa de la ciudadela. La fortaleza – de la que sigue en pie solo la zona norte, recientemente restaurada y convertida en la sede del Archivo Histórico de la ciudad, que alberga, asimismo, el Centro de Documentación de la Batalla del Lago Trasimeno – constaba de tres grandes puertas de acceso y numerosas torres y torreones almenados. De ellos, perdura la torre principal, la llamada “Torre Gótica”, impresionante y de gran belleza arquitectónica, procedente también de entre los siglos V y VI.El interior del casco antiguo, con su trazado armónico formado por calles y callecitas tranversales, a las que asoman edificios bellísimos, conserva verdaderas joyas de la arquitectura religiosa. Destacan la Iglesia de San Bernardino, del siglo XVII, con una espléndida fachada de piedra ricamente esculpida y labrada, que está situada en la calle del mismo nombre; el Oratorio de San Rocco, del siglo XVI, situado en Via Nazionale, cuya fachada renacentista es un prodigio de elegancia y equilibrio, y la magnifica Iglesia della Madonna del Olivo, de finales del siglo XVI, situada justo en el centro del casco antiguo, cuyo interior alberga una bellísima escultura, obra de 1602, del célebre escultor Ascanio da Cortona, que representa a la Virgen con el Niño, así como una maravillosa pila de agua bendita realizada también por el Cortona.
Por otra parte, a escasa distancia del casco antiguo se encuentra la hermosa Iglesia de San Vito, románica, cuyo interior alberga una tabla, del siglo XV, atribuida al celebre pintor umbro Fiorenzo di Lorenzo. Además, la iglesia cuenta con un fabuloso campanario del siglo XIII.

Con independencia de que cuando vayáis a Passignano sul Trasimeno tengais la suerte de encontraros en uno de esos días en los que se enciende la “Padella” - por lo que dicen, la sartén más grande del mundo - en la que se fríen quintales de “pescadito” de lago y de mar, y luego se reparten entre todo el mundo que se acerca a comer ahí ¡Es genial y divertidísimo!, os voy a sugerir un sitio para comer o cenar, entre los muchos y muy buenos que hay en Passignano, en el que comimos estupendamente por un importe de lo más asequible. Se trata del restaurante y pizzeria “Il Passo di Giano”, situado en Via Gramsci, 14. Dispone de una terraza maravillosa que asoma al Lago Trasimeno y de un comedor interior, acristalado y también panorámico, decorado con muchísimo gusto. Su especialidad son las pastas artesanales, los pescados, fresquísimos, tanto de mar como de lago, y una selección de pizzas deliciosas.
La cuenta, suele oscilar entre los 25 y 35 € por persona. Está claro que si os limitáis a tomar una pizza, una ensalada y un postre, no pagareis más de 15 ó 20 €.

¡Qué viváis de maravilla vuestras vacaciones en Passignano!

Sylvia

jueves, 14 de febrero de 2008

Narni: Su estoica reconstrucción y la fascinante vida subterránea.





Si el martes nos quedamos en la Iglesia de San Domenico, incluída en el conjunto arquitectónico religioso de San Domenico, del siglo XIII, en el que actualmente están las sedes de la Biblioteca Municipal de Narni, de su Archivo histórico y de la hermosa Pinacoteca de la ciudad, cuajada de obras de arte, pertenecientes en su mayoría a prestigiosos artistas toscanos y umbros, y respectivas escuelas, de los siglos comprendidos entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, hoy, resignada a que se me queden en el tintero otras iglesias, palacios y monumentos bellísimos que ornamentan esta ciudad tan fascinante, os voy a hablar de otra faceta interesantísima de Narni, constituida por sus numerosos pasadizos subterráneos.
Bajo la actual superficie de esta ciudad, han salido a la luz estratos de edificaciones y de trazados urbanos antiquísimos, que hacen que hoy en día posea una interesantísima historia “enterrada”, si bien visible y digna de ser visitada con detenimiento.

Para comprender bien lo anterior, con independencia de la antigüedad de Narni, de cuya existencia se tienen noticias que se remontan al siglo VI a.C., conviene retroceder al incendio y destrucción de Narni, el infausto día 27 de julio de 1527, como continuación al saqueo de Roma por parte de las tropas integradas minoritariamente por soldados regulares españoles e italianos y, esencialmente, por los llamados “landsknecht”, mercenarios luteranos de procedencia germánica. Las tropas estaban organizadas por Carlos III de Borbón, Delfín de Auvernia, Duque de Borbón y Conde de Montpensier. A su mando, estaban tanto el Delfín de Auvernia como el aristócrata y capitán de ventura alemán Georg Von Frundsberg, luterano, pero al servicio de los Habsburgo, que capitaneaba a los “landsknecht”.
Dicho contingente militar, formado por cerca de 35.000 hombres, se envió a Italia a luchar contra los Estados Pontificios - concretamente contra el Papa Clemente VII - , de acuerdo con la decisión tomada por el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, como consecuencia de la adhesión de ese pontífice a la Santa Liga de Cognac (1526), lo que podía poner en peligro la integridad del Sacro Imperio Romano Germánico, a menos que no se consiguiera que Clemente VII (nacido, curiosamente…, Giulio de’Medici, sobrino de Lorenzo el Magnífico) se sometiera al Imperio, como terminó por suceder.
Tras haber cumplido con su objetivo principal, el Saqueo de Roma, el 6 de mayo de 1527, y habiendo muerto en el transcurso del mismo el Delfín de Auvernia, además de estar gravemente herido el “condottiero” Von Frundsberg, los “landknecht”, junto a una parte de la soldadesca, siguieron saqueando y devastando todas aquellas ciudades situadas en su camino de regreso.

Si reflexionamos un poco sobre este episodio histórico, en absoluto aislado de las seculares luchas de poder entre el Vaticano y el Imperio, nos percatamos enseguida, en virtud de las figuras dominantes implicadas en ese terrible capítulo de la historia de Roma (murió la quinta parte de la población civil) y de los territorios vecinos, de la enorme codicia y cinismo instalados detrás de cada cetro, corona, mitra y blasón.

Al poco de la canallesca devastación de la ciudad, Narni, inquebrantable, se puso manos a la obra para reconstruir su ciudad sobre los restos de las edificaciones, plazas y calles preexistentes, con el empeño de restituirle el mismo esplendor y estilo que la distinguiera antes del 27 de julio de 1527. Se considera que la reconstrucción de Narni, ciudad pequeña, pero dotada de un inmenso patrimonio artístico, se prolongó hasta finales del siglo XVI, con la participación de los artistas más prestigiosos de la época activos en el centro de Italia. Entre ellos: Ippolito Scalza, Taddeo y Federico Zuccari, Jacopo Barozzi da Vignola y Antonio da Sangallo “Il Giovane”.
Con el paso del tiempo, al acometer obras en la ciudad o al restaurar determinados monumentos, han ido apareciendo verdaderas joyas arquitectónicas de la civilización romana y de la Edad Media.

Los “Subterráneos de San Domenico” que os mencioné este martes, se encuentran bajo el conjunto arquitectónico religioso del mismo nombre. Los dominicanos integraban una gran parte de los tribunales eclesiásticos italianos de la “Santa Inquisición”, por lo que en esos pasadizos se conserva, entre otras cosas, una celda que estuvo habitada por las víctimas del correspondiente tribunal de Narni, en cuyas paredes hay inscripciones escalofriantes.
Bajo la Iglesia de San Domenico, anexa al convento, están los restos de una instalación romana dotada de una cisterna.

La espléndida Iglesia de Santa Maria Impensole, situada en Via Mazzini, románica, procedente del siglo VIII y reconstruida en la segunda mitad del siglo XII, y considerada como un paradigma de ese estilo arquitectónico en el sur de Umbría, alberga bajo la cripta los restos de un templo pagano romano. Además, se conservan dos grandes cisternas romanas, una de las cuales está prácticamente intacta.

Bajo la hermosa Piazza Garibaldi, se ha encontrado otra cisterna de piedra, enorme y procedente de la Alta Edad Media, conocida como “Lacus Grande”, de gran belleza arquitectónica, abovedada y con el suelo tallado.

Por otra parte, el Acueducto della Formina, romano, de 13 Km. de longitud, permite realizar un sorprendente recorrido por lo túneles de San Biagio, de San Silvestro y del Monte Ippolito.

¿Qué os parece si celebramos la heroica reconstrucción de Narni y sus fascinantes pasadizos subterráneos con una gran cena?

Vamos allá. Esta noche os propongo que vayamos a “Il Pincio”, en Via XX Setiembre, 117.
Este restaurante precioso, de estilo medieval, está alojado en el sótano de un espléndido palacio nobiliario. Algo así como una gruta elegantísima.
Sirven unos platos de pasta, hecha a mano y condimentada con las salsas más diversas y sabrosas, que son como para quitar el hipo. Por ejemplo, los tallarines con calabacines y su flor. La flor del calabacín, amarilla y pequeña, se come mucho por aquí, tanto rebozada, como para condimentar pastas y arroces y, os aseguro, que es una verdadera exquisitez.
Las carnes y los postres, todos artesanales, están de vicio.
Pese a ser un sitio tan bonito y singular, donde se come de maravilla, no es nada caro. Podéis salir por unos 25 ó 30 € por persona.

¡Anda! Se me olvidaba lo más importante… Desde Narni, ¡Felíz San Valentín!

Sylvia

martes, 12 de febrero de 2008

Narni: La espléndia patria chica del mítico capitán de ventura Erasmo da Narni "Il Gattamelata".




Estamos ante una de las ciudades más hermosas de la Edad Media, entre las muchas que componen el sobresaliente patrimonio medieval de Umbría.

Narni se encuentra al sur de esta región, a 13 km. de la ciudad de Terni, a cuya provincia pertenece, así como a unos 100 Km. al norte de Roma, y a la misma distancia, al oeste, de las hermosas costas del Mar Tirreno.
Esta ciudad, con una población de más de 20.000 habitantes, es una de las más notables de las situadas dentro del recorrido llamado “Le Vie Francescane” (La Ruta Franciscana), que incluye a todas aquellas localidades de Umbría desde las que los visitantes o peregrinos pueden encaminarse a Asís y que, además, conservan referentes importantes de la vida o de la obra del santo patrón de Italia.
La ciudad de Narni, situada prácticamente en el centro de la península itálica, está arrellanada en una bellísima colina cubierta de una vegetación frondosa, entre la que destacan innumerables olivos, y desde la que se domina la llanura conocida como Valle del Nera, formada entre la garganta del río Nera y la Cuenca Ternana. Por otra parte, la cima de la colina boscosa, a 332 metros sobre el nivel del mar, está presidida por la impresionante “Rocca dell’Albornoz”.

La construcción de esta descomunal fortaleza se concluyó hacia 1370. Se levantó por iniciativa del cardenal, hombre de armas e ilustre estadista español Gil Álvarez Carrillo de Albornoz, nuncio del Papa Inocencio VI - con sede en Aviñón - ante la Iglesia de Italia, donde permaneció hasta su muerte en 1367, contribuyendo en gran medida a la reorganización de los Estados Pontificios. En Italia se le conoce como Cardenal Egidio Albornoz, pues está claro que a los italianos, como a la mayoría de los pueblos occidentales, les suelen producir vértigo las dimensiones de algunos apellidos españoles, por lo que os aconsejo que, aquellos de vosotros que posean apellidos a los que les cabría la consideración de “inconmensurables”, os vayáis acostumbrando a que os nombren solo por una parte o, incluso, una partícula de ellos.
Bueno, como os decía, el Cardenal Albornoz (a la italiana…) fue quien quiso que se construyera esa fantástica fortaleza sobre los restos de otra que, en el siglo XII, ordenara levantar el Emperador Federico I de Hohenstaufen, aquí conocido como Federico “Barbarroja”, siempre con el fin de facilitar el discurso.

Lo anterior, sirve para ilustrar hoy en día la importancia estratégica que siempre tuvo Narni en el territorio, desde que, hacia el año 300 a.C. ya fuera una colonia de Roma, con el nombre de Narnia, y en el 233 a.C., se constituyera en un asentamiento militar romano de primera magnitud, junto a la Via Flaminia, pasando, en el año 90 a.C., a ser nombrada municipio.

Además de su carácter defensivo, la “Rocca dell’Albornoz” se construyó para que fuera una suntuosa residencia feudal, digna también de ofrecer alojamiento a altos mandatarios eclesiásticos y políticos. La planta noble se estructuró como residencia y el resto de la fortaleza se organizó para alojar a la guarnición y preservar el arsenal de armamento.
La fortaleza forma un cuadrilátero con un torreón a cada lado. El torreón central, el de mayor envergadura, está compuesto por dos torres anexas. Para reforzar su defensa la “Rocca dell’Albornoz”, se rodeó de un foso tan amplio como profundo y de dos cinturones de murallas.
Actualmente la célebre “Rocca” es patrimonio de la ciudad de Narni. La fortaleza está perfectamente restaurada y su interior conserva toda su magnificencia original.

Si bien se sabe que la presencia del hombre en la zona procede del Neolítico, la historia de Narni se remonta al año 600 a.C., cuando se llamaba Nequinum y estaba habitada por la antiquísima civilización umbra.
De la romanización han quedado numerosas muestras de gran valor, como el Ponte Augusto, del año 27 a.C., que está considerado como uno de los puentes más grandiosos de la época que aún siguen en pie, construido para que la Vía Flaminia pudiera atravesar el caudaloso río Nera. El puente cuenta con una arcada imponente de 19 metros de anchura.
Por otra parte está el célebre Acueducto della Formina, que procede del siglo I a.C., y consta de 13 Km. de longitud. El acueducto empieza en un pueblecito encantador llamado Sant’Urbano y termina en Narni. Además, de acuerdo con los escritos y tratados de Estrabón y de Tácito, en la cercana población de Stifone, perteneciente al municipio de Narni, era donde se encontraba el importante puerto que Roma había emplazado en esta área territorial, habida cuenta de que en aquellos tiempos el río Nera era navegable.

Narni conserva intactas sus características medievales, que están presentes en las plazas, en las callecitas y callejones, así como en su espléndida arquitectura, repleta de iglesias y de palacios aristocráticos.
La plaza principal es la Piazza dei Priori, que está considerada como una de las más bellas de la Edad Media en Italia. Aquí se encuentra el gran Palazzo Comunale, del siglo XIII, que cuenta con una fachada bellísima con bajorrelieves románicos y una pequeña logia. Actualmente es la sede del Ayuntamiento de Narni. Su magnífico patio interior alberga una colección de vestigios y de objetos antiquísimos, de gran interés arqueológico, además de un pozo singular del siglo XV. Entre las obras de arte albergadas en su interior destaca el famoso retablo de Domenico Ghirlandaio, de 1486, alojado en el “Salón del Consejo”, que representa “La Coronación de la Santísima Virgen”.
En dicha plaza se encuentra también la Loggia dei Priori, de la misma época. Se trata de una hermosa tribuna a la que se subía el pregonero para leer al pueblo los edictos de las autoridades.

La Catedral de Narni, llamada Il Duomo di San Giovenale, el patrón de la ciudad, está en la preciosa Piazza del Duomo. La Catedral constituye un ejemplo magnífico de la arquitectura de la Alta Edad Media. De estilo románico, se construyó alrededor del antiguo Oratorio de San Cassio, entre los siglos XI y XII. Cuenta con un pórtico del siglo XV, bajo el cual hay dos portones de entrada: uno renacentista y otro del siglo XII. La iglesia está coronada por una magnífica bóveda de estilo gótico y alberga numerosas obras de arte, entre las que destacan las realizadas por el célebre pintor y escultor sienés Lorenzo di Pietro “Il Vechietta” (siglo XV) y por los prestigiosos pintores Lorenzo y Bartolomeo Torresani (siglo XVI), hermanos, nacidos en Verona, pero activos fundamentalmente en las regiones de Lacio y Umbría.

Junto a los Jardines de San Bernardo, que constituyen un balcón privilegiado al fabuloso Valle del Nera, se encuentran los legendarios pasadizos subterráneos de San Domenico, pertenecientes al conjunto arquitectónico, del siglo XIII, formado por el Convento di San Domenico y la iglesia del mismo nombre. La Iglesia de San Domenico, de estilo románico, tiene una torre altísima y dos portones de entrada. El principal, está exquisitamente tallado con bajorrelieves que representan a la Santa Cruz y a los Apóstoles, rodeados por un sarmiento del que sobresalen hojas, flores y pájaros. El conjunto arquitectónico religioso alberga actualmente la Biblioteca Municipal de Narni.
La planta interior de la iglesia es de crucero latino. Las naves están separadas por arcadas sustentadas en pilares magníficos. La iglesia conserva un número incontable de obras de arte pictóricas, escultóricas y arquitectónicas. Entre las pictóricas destacan los frescos del célebre pintor umbro Federico Zuccari (siglo XVI), describiendo escenas del Antiguo Testamento, así como una bellísima “Anunciación”.
Las obras de arte de carácter escultórico y arquitectónico componen y ornamentan las bellísimas capillas del siglo XV, situadas a ambos lados de la iglesia. Entre ellas sobresale la “Cappella di Gattamelata”, la magnífica capilla privada de la familia de Erasmo da Narni, apodado “Il Gattamelata”, nacido en Narni en 1370 y fallecido en Padova en 1443.
Erasmo da Narni fue uno de los capitanes de ventura más célebres de la Italia de su tiempo, llegando a ser Capitán General de la República Serenísima de Venecia. La mítica figura de “Il Gattamelata” y sus heroicas gestas inspiraron a grandes genios del arte, entre ellos a Donatello y a Giorgione. El primero realizó la imponente estatua ecuestre emplazada en la ciudad de Padova, de la cual hay una réplica, más pequeña, en el Palazzo Vescovile de Narni. El segundo ejecutó un magnífico retrato suyo, del que hay una copia del siglo XIX, realizada por Pietro Camuccini di Scarperia, que está albergada en el Palazzo Comunale de Narni.

Narni recuerda a "Il Gattamelata" en multitud de sitios, rincones, y palacios. Está orgullosa de ese guerrero, hijo de esta hermosa ciudad, cuya sola presencia hercúlea hizo temblar a una gran parte del centro y del norte de Italia, entre finales del siglo XIV - cuando lo descubre otro famoso capitán de ventura: Braccio da Montone - y 1439 - cuando, ya muy enfermo, se retira a Padova, donde morirá 4 años después -.

No dejéis de visitar su casa natal, en Via Gattamelata, una calle preciosa flanqueada por un trecho de murallas que llevan su nombre, ni tampoco dejéis de ir a comer o a cenar a un restaurante estupendo, cuyo nombre y decoración interior están dedicadas a él. Se trata del Ristorante “Il Gattamelata”, situado en Via Pozzo della Comunità, 4, en pleno casco antiguo, desde el que se ve la Catedral.
Es precioso y se come de maravilla. Os aconsejo los “ravioli” de venado con mantequilla y queso “pecorino” y el cordero lechal en su jugo con alcachofas. ¿Los vinos? Pues los de aquí, claro. Estamos en un territorio vinícola por excelencia, con unos vinos soberbios: los DOC “Colli Amerini”.
Os va a encantar. Si compartís algunos platos (las raciones son muy abundantes) podéis salir por unos 35 ó 40 € por persona.

Mañana sigo, que todavía tengo muchas cosas que contaros sobre Narni.

Sylvia







sábado, 9 de febrero de 2008

Amelia: el arte desde el siglo XI hasta el XX.






¿Qué pasa? ¿Es qué no me creíais cuando ayer os dije que hoy volvía para estar en Amelia con vosotros? Hombres de poca fe...
Bien, pues si ayer nos quedamos en la Alta Edad Media, está claro que hoy no podemos hacer otra cosa que no sea la de abrirnos paso hacia adelante. Vamos allá.

Amelia, al igual que la mayor parte del territorio umbro, se ve envuelta en la feroces luchas por el poder entre los Güelfos (pro Papa) y los Guibelinos (pro imperiales) las dos fracciones de poder dominantes en el centro y en el norte de Italia, entre los siglos XII y XV, fundamentalmente. Ambos con enormes pecas y pecados sobre sus espaldas, pero unos, en lo que cabe, solo en líneas muy generales y desde mi punto de vista, más nobles e ideológicamente coherentes que los otros. Ahora, desde la distancia histórica y desde la libertad de conciencia y expresión, que cada uno de nosotros se incline para cuál y en cuál de esas fracciones habría preferido luchar, llegado el caso.
Más allá de la historia escrita, el análisis detenido de su respectivo pensamiento y actuación, además de la iconografía creada por cada uno de ellos, hace tiempo, mucho tiempo, que me dieron la respuesta.
Concretamente en Umbría, nombrando solo a las ciudades dominantes de esa época, las cosas estaban divididas, si no me equivoco, de la siguiente manera:
Guibelinos: Gubbio, Spoleto y Todi.
Güelfos: Perugia y Orvieto.
Es necesario aclarar que cada una de ellas contaba con el apoyo de las respectivas fuerzas situadas fuera del territorio umbro.
Amelia, que se había mantenido, en cierta medida, como comunidad independiente, padece el saqueo de las tropas del Emperador Federico I de Hohenstaufen en el año 1240. Pese a ello, el Vaticano tarda 65 años en tomarla oficialmente bajo su protección (tengo entendido que en Amelia había y hay de todo menos petroleo...), entrando así, en 1307, a formar parte definitivamente de su órbita de poder. A excepción del período bonapartista, el Vaticano la gobernará hasta 1860, cuando Umbría se integra en el Reino de Italia.

Resumida su historia, vamos con el arte. De todas las puertas de acceso a la antigua ciudadela, la principal, más céntrica y moderna (siglo XVI) es Porta Romana. Desde ahí se entra directamente al "cardum", o sea uno de los dos entramados urbanos romanos, que es el que atraviesa la ciudadela de norte a sur. En la hermosa Piazza Augusto Vera se encuentra la bellísima Iglesia de San Francesco. La construcción de la iglesia procede de finales del siglo XIII, inicialmente dedicada a San Felipe y a Santiago Apostol, pero se remodela a comienzos del XIV, anexionando a la misma el convento de los terciarios franciscanos. La fachada presenta fundamentalmente características del románico tardío, si bien con una notable influencia gótica. El campanario original se vino abajo en 1915, como consecuencia del terrible terremoto que sacudió a la ciudad. En 1931, el prestigioso ingeniero umbro Gioacchino Santori realizó con fidelidad y extremado buen gusto el proyecto para su sucesiva reconstrucción. El interior de la iglesia se reestructuró completamente entre 1664 y 1767, por lo que es de estilo barroco. En cuanto a obras de arte, sobresale la impresionante Cappella Geraldini, con los impresionantes sepulcros de dos de sus miembros, Matteo y Elisabetta, realizados en el siglo XV por el gran arquitecto y escultor florentino Agostino di Duccio. En el siglo XVI, el anexo convento de los franciscanos se remodela, casi por entero, en estilo renacentista, a excepción del claustro, del pórtico y de la logia, pasando a convertirse en el Collegio Boccarini, hoy, Palazzo Boccarini, cuyo espléndido interior aloja las sedes del Museo Arqueológico y de la Pinacoteca Municipal de Amelia.

En Via Cavour nos encontramos con la Iglesia de Sant'Agostino, del siglo XIII. Cuenta con un hermosísima fachada, separada en dos partes, de características románicas y góticas. La parte central de la fachada está ormanentada por un enorme y espléndido rosetón y un portalón de acceso con frisos románicos que representan motivos alegóricos tallados a modo de bajorrelieves. La iglesia alberga un valiosísimo órgano de 1841, realizado por los hermanos Moretti.

Bajando por Via Posterola, nos topamos en el magnífico Monastero di San Magno. Se trata de la sede originaria de las monjas benedictinas de clausura, y es el edificio religioso más antiguo de esas características que se construyó en Amelia. El convento incluye una iglesia pequeña y preciosa en el que se conserva en perfecto estado el célebre Órgano de San Magno, de 1680, con doble teclado, actualmente el único de ese tipo existente en el mundo.
Amelia cuenta en total con siete órganos de gran valor histórico, motivo por el cual es actualmente la sede de la "Accademia dell'Arte Organaria e Organistica Umbra".
En Via Porcelli, junto a la Piazza Marconi, se encuentra el fabuloso Palazzo Farrattini (1520 c.) obra de Antonio da Sangallo "El Joven", el insigne arquitecto renacentista florentino. Su lujoso interior alberga los techos originales de madera tallada y una serie de pinturas valiosas, entre las que destaca un óleo del siglo XVI, del célebre pintor manierista Taddeo Zuccari, que representa "La Santísima Virgen con el Niño, San Pedro y San Bartolomé".

En la hermosa Piazza Marconi está la singular y extraordinaria "Loggia del Banditore", una gran tribuna medieval sobre la que se leían al pueblo las proclamas y comunicados del gobierno de la ciudad. Junto al primer tramo de escaleras de la logia se encuentra una magnífica columna con capitel dórico, añadida en el último tercio del siglo XV.

En esa misma plaza está situado el soberbio Palazzo Petrignani, renacentista, del siglo XVI, que cuenta con una de las fachadas más hermosas de la arquitectura renacentista del sur de Umbría. La planta principal del palacio alberga en sus salas y salones distintos ciclos monumentales de frescos de gran valor artístico, entre los que sobresalen los que están situados en la "Sala "Rossa" y en la "Sala dello Zodiaco", obra de la escuela de los célebres hermanos Taddeo y Federico Zuccari, del siglo XVI.

El impresionante Palazzo Nazzi está emplazado en Via Carleni, muy cerca de la Piazza Marconi. Se trata de un palacio aristocrático del siglo XIII, cuya fachada está ornamentada con motivos clásicos de la arquitectura romana. Su interior alberga un patio bellisimo al que asoma una logia sostenida por columnas corintias.

La Catedral de Amelia se encuentra en la parte más alta de la ciudadela. Románica en origen, pasó a ser de estilo barroco en el siglo XVII, cuando tuvo que ser reconstruída a causa de un incendio. Junto a ella está la soberbia Torre Campanaria, cuya construcción original procede de entre los siglos X y XI. La torre presenta una altura de más de 30 metros y una base de un perímetro de casi 31,50 metros. La poderosa base, que tuvo que ser de época muy anterior a la construcción de la torre, cuenta con magníficos ornamentos romanos y bizantinos.
El precioso interior de la Catedral es de planta de cruz latina. Sus paredes están recubiertas de rescos sublimes, obra del prestigioso pintor del XIX, Luigi Fontana, oriundo de la cercana región de Le Marche. Entre las diversas obras de arte, sobresalen los dos impresionantes estandartes conservados en la Catedral, procedentes de sendos buques de la flota del Imperio Otomano, y ofrendados a Santa Firmina, patrona de la ciudad. Probablemente, en muestra de agradecimiento a la santa por haber haber llevado a la victoria a la flota del Vaticano en la Batalla de Candia (1665), librada contra los turcos.

Para terminar con los monumentos más sobresalientes ubicados en Amelia, os aconsejo que no perdais la oportunidad de visitar el espléndido Teatro ad Operina, una verdadera joya de finales del siglo XVIII, perfectamente conservada. Domenico Bruschi, célebre pintor umbro del XIX, pintó uno de los magníficos telones que cubren el escenario, representando el asedio de la ciudad por parte de las tropas del Emperador Federico I de Hohenstaufen, más conocido como "Barbarroja".

Y, ahora, la pregunta del millón: ¿Dónde comer en Amelia?

En esta antiquísima ciudad de enorme interés histótico y artístico, pese a ser pequeña (cuenta con unos 11.200 habitantes) otra de las grandes tradiciones es el buen comer, por lo qué verdaderamente se trata de la pregunta del millón, pero si padecéis ese vicio delicioso conocido como "el de la buena mesa", me arriesgaré a hablaros de uno en el que nosotros hemos comido estupendamente: "Osteria dei Cansacchi", en Piazza dei Cansacchi, 4, en pleno casco antiguo.
Además de ser un sitio precioso, con un servicio tan amable como impecable, cuenta con una cocina privilegiada, especializada en platos de pescado, siempre muy fresco y hecho en su punto, además de otras exquisiteces como: los chuletones de buey a la brasa, la pasta fresca artesanal condimentada con setas o trufas, y unas verduras recién traídas de la huerta, entre las que destacan las alcachofas en su jugo o rebozadas.
Los vinos de la casa son muy buenos y proceden de las colinas umbras.
Depende de qué y cuánto... comáis, podéis salir por unos 30 ó 35 € por persona.

No os puedo asegurar que con esta página me despida de Amelia. Tiene tanta cantidad de historia y de cultura propia como para editar una enciclopedia. Creo que ya se le ocurrió a Catón "El Viejo", pero no pudo ser, pues al bueno de Johannes Gutenberg le faltaba mucho tiempo todavía para asomar la cabeza por este mundo...
Me gustaría poder hablaros, por lo menos, de sus magníficos festejos tradicionales, de sus acontecimientos culturales y de sus encantadores alrededores.
Ya veremos...
Sylvia









































viernes, 8 de febrero de 2008

Amelia. Os presento a una gran dama.

Amelia ha sido una de las ciudades más importantes de la antigua civilización itálica, de la que conserva todas sus impresionantes huellas históricas. Hoy en día, sigue siendo una ciudad rica, magníficamente conservada, llena de interés artístico y cultural, favorecida por su excelente posición geográfica, al encontrarse a 94 Km. de Pe rugía, a poco más de 100 Km. de la colindante región de Toscana y a la misma distancia de Roma, con la cual mantuvo una estrecha vinculación en la antigüedad, de la que Cicerón alabó su hermosura y la fertilidad de sus tierras en su “Pro Roscio Amerino”, escrito hacia el año 80 a.C.
Amelia y su área territorial, formada por una serie de pueblos y de aldeas preciosas, pertenece geográficamente al Valle del Tíber y, administrativamente, a la provincia de Terni, la capital de provincia más sureña de Umbría, de la que está a 27 Km. de distancia.

De acuerdo con la documentación que Catón el Viejo legó para los anales de la historia de Roma, la primitiva localidad de Amelia, Ameria para los romanos, fue fundada hacia el año 1134 a.C., por Ameroe, rey de los piélagos, antigua población autóctona que residió en Grecia y Anatolia hasta el segundo milenio a.C., a raíz de las invasiones helénicas. Algunos geógrafos e historiadores que sostienen la existencia de la Atlántida, o Isla de Atlas, atribuyen a esa población autóctona el descubrimiento de la misma y la subsiguiente fundación.
Lo que resulta verdaderamente sorprendente es que casi 2.000 años después, el área territorial que Amelia domina desde las laderas de la colina rocosa en las que se erigió, siga estando tan incontaminada como entonces y, por tanto, no haya perdido un ápice de su fecundidad, manifestada en la extraordinaria abundancia de viñedos, olivares, bosques y campos cultivados que posee, bañados por las aguas mágicas del río Tiber.

Hoy me cabe el honor de presentárosla. Y me refiero solo a la presentación que habrá de preceder ese conocimiento detenido que nos permita admirarla como merece.
En Umbría, ninguna localidad es cualquier cosa. Hasta la más pequeña de ellas posee un patrimonio histórico, artístico y cultural como para encandilar al visitante más exigente, pero a Amelia hay que acercarse con una actitud reverencial particular : estamos ante una gran dama que sabe que las gentes emprenden largos viajes solo para conocerla , y como su exquisito saber estar nunca defrauda las expectativas de sus admiradores, ha accedido una vez más a franquearnos las puertas de su mansión para mostrarnos sus joyas, así como a dejarnos abrir los libros que nos permitirán ahondar en su vida.

Amelia conserva uno los círculos de murallas más antiguos de Occidente. Por su peculiar forma, se conocen como “Le Mura Poligonali” y su construcción la iniciaron los pre-etruscos allí asentados, hacia el siglo VII a.C., y la ampliaron y consolidaron los romanos hacia el siglo III a.C.
Se trata de unas murallas ciclópeas, de unos 3,5 metros de anchura, alcanzando los 8 metros de altura, y formadas por piedras enormes rectangulares y trapezoidales, perfectamente superpuestas. Lo anterior no solo da fe de la importancia que tenía Amelia en aquella época, sino, además, de su condición de ciudad- estado.
La parte más antigua de las murallas está situada al noroeste, donde se encuentra actualmente la Porta della Valle, una de las cuatro puertas de acceso a la antigua ciudadela. Sin embargo, el trayecto principal de las murallas, de más de 700 metros de longitud, se extiende a ambos lados de Porta Romana, al sureste de Amelia.
Las otras dos puertas de acceso que me faltan por enumeraros son: Porta Leone, al este, y Porta Posterola, al norte.

En el año 90 a.C., la ciudadela se convierte en municipio romano, cuya belleza alabaron también el gran Virgilio, Marco Terencio Varrón y Lucio Junio Moderato Columela, posiblemente el principal tratadista agrícola que tuvo Roma, nacido en Cádiz - ¡Qué gracia! ¿Verdad? - en fecha desconocida anterior a Cristo y fallecido en Taranto (Puglia, Italia) hacia el año 60 de nuestra era.
La ciudad llegó a tener tres puertos junto al navegable río Tíber y pasó a ser una de las residencias favoritas de la clase dominante romana, albergando por largas temporadas, entre otros, al Emperador Lucio Claudio Domicio Aureliano (270-275 d.C.), unificador del Imperio Romano, quien adoraba esta ciudad, por lo que por iniciativa suya se llevó a cabo gran parte de la arquitectura monumental de la Amelia romana: las famosas termas, palacios fabulosos y, además, un puente impresionante a las afueras.
En el año 363, Amelia se convierte en sede episcopal. Dos siglos después conocería el asedio de los Godos y, en el año 579, caería en poder de los Longobardos. Tras la derrota de los mismos se integraría en el Imperio Proto-Bizantino. Amelia preserva verdaderas joyas de la época romana, entre ellas destacan:
La impresionante cisterna hallada bajo la Piazza Matteotti, que está compuesta por diez estructuras comunicadas entre sí, con una extensión total de 21X 60 metros; la maravillosa estatua de bronce, de principios de nuestra era y de talla superior a la habitual, que representa a Julio César Germánico, sobrino del Emperador Tiberio y, después, adoptado como hijo. La estatua, referente de la escultura romana de la época y objeto de culto para los amantes de la arqueología, ocupa un lugar preferente en el magnífico Museo Arqueológico de Amelia, situado en el interior del Palazzo Boccarini; un Tesauro; un altar griego de mármol blanco con bajorrelieves, columnas y estatuas; un altar romano en piedra travertina, ornamentado con guirnaldas; los vestigios del que fuera el imponente mausoleo de una patricia llamada Gentiliana Roscia, además de 65 epígrafes.
Por otra parte, con ocasión de volver a pavimentar la céntrica Via della Repubblica, se hallaron los restos de distintos tramos de una vía romana. Actualmente, están protegidos por planchas de cristal transparente, de manera que se puedan contemplar detenidamente, según se pasea por esa hermosa calle.

Bueno, chicos, como os he dicho, con Amelia hay que ir por etapas. Os doy mi palabra de que mañana os saco de la Alta Edad Media, del dominio de ese “trepa” que dicen que fue Heráclito, Emperador de Bizancio, pocos años después de echar de aquí a los temibles Longobardos.

Hasta ahora,

Sylvia

miércoles, 6 de febrero de 2008

Corciano: El encuentro con un sueño a plena luz.



Estamos ante una ciudadela medieval encantadora, de verdadero cuento de hadas, que conserva intacto su trazado urbano original de ciudad amurallada, en cuyo interior se desarrolla un laberinto de calles y de callecitas serpenteantes y empinadas, con tramos de escalera, para acceder a las casas de época, con las ventanas cuajadas
de macetas con flores multicolores. Un ovillo arquitectónico singular, armónico y delicado, limpio como una patena y en perfecto estado de conservación, en el que, dichosamente, se pierde la noción de los tiempos prosaicos que nos ha tocado vivir.

Corciano está incluida en la lista oficial de “I Borghi più Belli d’Italia” (las localidades más bellas de Italia) con lo que ya, para empezar, creo que he dicho bastante.
Cuenta con una población de unos 14.500 habitantes, y se encuentra sobre una colina de vegetación exuberante, a 408 metros de altura sobre el nivel del mar.
Está a una distancia casi equidistante de Perugia y de la orilla oeste del Lago Trasimeno: a 15 km. por carretera de la primera y a unos 11 Km. de ese enorme y maravilloso lago situado exactamente en el centro de Italia, entre las regiones de Umbría y Toscana, cuya belleza natural, y la multiplicidad de las preciosas y antiquísimas localidades que surgen en torno a él, hacen que constituya un punto ideal para descansar, así como para visitar los territorios adyacentes.

Sobre el origen del nombre de Corciano hay distintas hipótesis, pero a mí me ha encantado una leyenda antiquísima difundida por todo el territorio perusino, que atribuye ese nombre a Coragino, patricio troyano y compañero de Ulises, quien, tras la destrucción de Troya y su subsiguiente partida a Italia, descubre este lugar de naturaleza idílica y acogedora, y se asienta aquí junto a otros guerreros y nobles troyanos que le acompañaban en el exilio.
Lo que sí está documentado, como consecuencia de las excavaciones arqueológicas realizadas en el área de Corciano, es que hubo un asentamiento etrusco cuya antigüedad se remonta al siglo VIII a.C. Procedente del siglo VI a.C., se ha encontrado una necrópolis impresionante, presidida por la célebre tumba de los carros de bronce. Por otra parte, se ha constatado la gran expansión que alcanzó la localidad originaria, a partir del siglo III a.C., debido muy probablemente, a su ingente producción de urnas funerarias, piezas ornamentales y otros útiles arquitectónicos de valor en piedra travertina, que, una vez realizados, se transportaban y se vendían por todas las ciudades del territorio en fase de construcción.
Entre los siglos XI y XIII, Corciano se encuentra bajo la dominación directa de Perugia, pero, a mediados del siglo XIII, se constituye en un municipio independiente dentro del área territorial de Perugia. A inicios del siglo XIV, Corciano se ve envuelta en las sangrientas luchas de expansión territorial entre las poderosas ciudades de Todi y de Perugia, manteniéndose, no obstante, al lado de esta última, junto a la cual, en 1310, libra la célebre Batalla de Monte Molino contra la ciudad de Todi, de la que Perugia y sus aliados salen victoriosos. A partir de entonces, Corciano, como la mayor parte del territorio umbro, pasa a formar parte de los Estados Vaticanos, quienes asignan la administración de la ciudad, en calidad de feudo, a los Duques Della Corgna.
En 1809 el I Imperio de Francia establece su sede de gobierno en Perugia, y Corciano constituye su propio Ayuntamiento. En 1860, la ciudad, así como toda la provincia de Perugia, se anexiona a la Unidad de Italia por mayoría absoluta.

La Porta Santa Maria cuya función sigue siendo la de dar acceso a la maravillosa ciudadela, que aún está protegida por más de 1 Km. de murallas.
Esta puerta es la más importante de Corciano y procede del siglo XV, si bien fue reconstruida en el último tercio del siglo XIX. Está flanqueada por un impresionante torreón de vigía y defensa, erigido a finales de ese mismo siglo. Desde allí, dando un paseo precioso, llegamos al Corso Cardinale Rotelli, la calle principal de la ciudadela. Ahí se encuentra el magnífico Palazzo Municipale, del siglo XVI, que fuera la residencia de los Duques Della Corgna. El interior del palacio, suntuoso donde los haya, conserva en el Salón del Consejo, los techos originales de madera tallada y ornamentada, diseñados y trabajados por los insignes hermanos Zuccari, a finales del XVI. El Palazzo Municipale alberga un interesantísimo Museo Arqueológico Etrusco y Romano, en el que se conservan las obras de arte y piezas más sobresalientes de sendas civilizaciones, que han ido saliendo a la luz en el área de Corciano.
Antes de llegar a la Piazza Coragino, directamente por el Corso Cardinale Rotelli, contemplaremos, a la derecha, el soberbio Palazzo del Capitano del Popolo, del siglo XV, cuya hermosa fachada presenta las características inconfundibles del Renacimiento temprano. Próximo a éste, se encuentra el espléndido Palazzo dei Priori e della Mercanzia, del mismo período artístico.
Una vez en la monumental Piazza Coragino, nos topamos de frente con la bellísima Iglesia de Santa Maria Assunta, construida en el siglo XIII, con un magnífico campanario cercano a la misma, no anexo. Su hermoso interior alberga, entre otras obras de arte, dos obras maestras: una “Asunción” del genial Pietro di Cristoforo Vannucci “Il Perugino”, fechada en 1513, y el célebre “Gonfalone” (estandarte), obra del 1470 c. del prestigioso pintor perusino Benedetto Bonfigli, maestro de “Il Perugino”.
En dicha plaza sigue estando un pozo original del siglo XVI, en cuya piedra está grabado el escudo de la ciudad.
En Via Tazzacone, cerquita de la Piazza Coragino, están: la bellísima Iglesia de San Cristoforo, de la primera mitad del siglo XVI, cuyo interior alberga un notable museo de arte sacro, y el Museo della Casa Contadina, una casa museo, alojada en el interior de una casa rural típica, decorada con el mobiliario y los enseres originales del siglo XIX, que solían encontrarse en las casas lugareñas de tradición campesina.

Después, rodeando la ciudadela, llegamos a la altura de la antigua Porta San Francesco, ante la cual está la fantástica Iglesia de San Francesco, gótica, terminada de construir a finales del siglo XIII, y dotada de una fachada sublime en piedra blanca y rosa. Su planta consta de una sola nave, y el espléndido suelo incluye 21 sepulturas, con las correspondientes inscripciones de los nombres y blasones de la más rancia nobleza lugareña que, a lo largo de los siglos, tuvo a bien considerar que no había lugar consagrado más hermoso en toda Corciano, en el que descansar en paz.
La Iglesia de San Francesco aloja obras de arte de gran valor, entre las que destacan: un óleo del ilustre pintor barroco Benedetto Bandiera, del siglo XVII; un panel, del siglo XV, obra de Giovanni Battista Caporali, seguidor de “Il Perugino”; un bellísimo crucifijo de la escuela umbra del siglo XVI, así como obras de Orlando Merlini, Lorenzo Sinibaldi, Giovanni Antonio Scaramuccia y Giuseppe Laudati, independientemente de los bellísimos frescos de finales del siglo XIII, y del siglo XIV, que ornamentan sus paredes.
La espléndida iglesia gótica, así como la mayoría de los palacios e iglesias de Corciano, se convierte en sede expositiva de obras de arte, con ocasión de los grandes acontecimientos culturales y artísticos que tienen lugar en la ciudadela a lo largo del año, pero, especialmente, durante “L’Agosto Corcianese”, uno de los festivales de verano más importantes de Umbría de música, teatro y arte, amenizado con fiestas tradicionales en trajes de época, degustaciones de la gastronomía local y de los soberbios vinos de la zona, etc., todo ello en el onírico marco medieval de la ciudadela.

Hablando de gastronomía, entre los varios restaurantes y pizzerías de Corciano en las que se come estupendamente, os voy a sugerir un sitio, para que vayáis abriendo boca para este verano, cuando volváis para asistir al fantástico festival de “L’Agosto Corcianese” (sé que volveréis ¡Vaya que si volveréis!) cuando, además, os encontraréis con un montón de tabernas y fondas a la usanza medieval abiertas hasta altas horas de la noche…
El sitio es “La Locanda di San Michele”, en Via Ballerini, 1, en el corazón mismo de la ciudadela. El restaurante es pequeño y precioso. Se encuentra en el semisótano de un fantástico palacio de la Baja Edad Media. Conserva las características arquitectónicas de la época, como, por ejemplo, los techos abovedados y las paredes de ladrillo visto de color rojizo, y está decorado con un gusto exquisito. Sirven una cocina creativa, muy refinada, pero aromática y sabrosa, basada en antiguas recetas de tradición local. Os sugiero que probéis el “risotto” (arroz meloso) cocinado con vino “Sagrantino” y queso “taleggio”, o la mousse de lentejas con trufas y, después, el pato glaseado, al horno, o el solomillo de buey a la brasa. Entre los postres de la casa, hechos artesanalmente, destacan la tarta de peras al caramelo y la mousse de castañas con almíbar de mandarinas.
¿Cuánto os puede costar? Bueno, pues basándome en nuestra experiencia, no más de 30 ó 35 € por persona, lo que resulta increíble para un lugar tan sumamente bonito y con una comida tan excelente.

Hasta muy pronto,

Sylvia

domingo, 3 de febrero de 2008

Magione. El castillo de los Templarios y otras reseñas históricas.



Magione es una localidad espléndida que surge, a unos 300 metros de altura sobre el nivel del mar, en el territorio conocido como Comunidad Montañosa del Trasimeno. Concretamente, se encuentra a escasa distancia de la orilla occidental del idílico y gran Lago Trasimeno, y a veinte Km. de Perugia, a cuya provincia pertenece.

La localidad está rodeada por una naturaleza bellísima, prodigiosamente fértil, en la que abundan los viñedos y los olivares que dan origen a una de las producciones de vinos – los DOC “Colli del Trasimeno” - y de aceite de oliva extra virgen - el DOP, también de denominación “Colli del Trasimeno” - más prestigiosas de este territorio de enorme interés agrícola, artístico e histórico y, por lo tanto, turístico.

Magione, con una población estable de cerca de 12.500 habitantes, tuvo como la mayor parte de las ciudades del territorio orígenes etruscos y romanos, si bien la primera documentación relacionada con la ciudad procede del siglo XII, referida al nombre del impresionante castillo allí situado, entonces llamado “Mansio” , del que deriva el nombre actual de Magione, anteriormente denominada Pian del Carpine, y que dio lugar al crecimiento de la localidad en torno a esa magnífica fortaleza, inicialmente propiedad de la Orden del Temple y, posteriormente, de los Caballeros de la Orden de Malta.
La antigua Pian del Carpine, y posterior Magione, estaba ubicada en el cruce de las antiguas carreteras entre Perugia y Chiusi (Toscana) y el Lago Trasimeno. Por su emplazamiento aventajado era un lugar de paso prácticamente ineludible para los peregrinos que venían de Roma o de Jerusalén o se dirigían a alguna de ellas.

El inmenso castillo que preside la ciudad desde el centro de la misma, se fundó de manos de los templarios, en la segunda mitad del siglo XII, en calidad de hospedería y refugio para los peregrinos. Inicialmente, contaba solo con dos lados y en su interior albergaba un campanario y una capilla dedicada a San Juan Bautista.
Con el paso del tiempo, a la construcción original bilateral se le añadieron dos murallas fortificadas con un torreón en cada esquina, formando así una edificación defensiva. En el siglo XV, se construyó en su interior una colosal torre cuadrada, cuyo proyecto se atribuye al famoso arquitecto militar Fieravante Fieravanti, nacido en Bolonia hacia 1390, quien, además, amplió el área del castillo original mediante la inclusión de una abadía del siglo XII, que había pertenecido a la Orden del Temple.
La impresionante fortaleza que forma ese conjunto arquitectónico, restaurada en fechas recientes, y que sigue siendo propiedad de los Caballeros de la Orden de Malta, está considerada como una de las más sobresalientes de la región de Umbría, lo que ya es decir…, al tratarse de una región dotada de una arquitectura militar cuantitativa y cualitativamente envidiable. La espléndida arquitectura interior de las distintas estructuras está ornamentada por una gran cantidad de obras de arte, en gran parte de la escuela umbra del genial “Perugino” (siglo XVI), además de muchas otras de los siglos XIV y XV.



A lo largo de los siglos, el majestuoso castillo ha hospedado a pontífices, reyes y altos dignatarios a su paso entre las regiones de Toscana y Umbría.
Como hecho histórico sobresaliente, el castillo fue el escenario de la célebre “Conjura de Magione” contra César Borgia, protagonizada, en Octubre de1502, por algunos de los señores feudales más destacados de Umbría y de la colindante región de Le Marche, indignados por la política y el ambiente corrupto del Vaticano, y sobrecogidos por la desmesurada ambición y crueldad de la familia Borgia.
Rodrigo Borgia, entonces Papa Alejandro VI, y su hijo César, en calidad de brazo ejecutor, se estaban apoderando sin contemplaciones del centro y del centro norte de Italia, independientemente de las perversas acciones realizadas, bajo la apariencia de pactos de alianza, con miembros de la realeza del sur de la península.
César Borgia fue informado de esa conjura, pero actuó con cautela y falsa benevolencia, reservándose la venganza para mejor momento. Sucesivamente, daría muerte a Vitellozzo Vitelli, a Oliveretto da Fermo, al Conde Paolo Orsini, al Duque de Gravina, al Cardenal Giovanni Battista Orsini – quien, al parecer, había urdido la conjura- , además de a otros miembros de la poderosa dinastía Orsini, quienes encabezaban la lista de la clase dominante del centro de Italia enfrentada al abuso de poder de los Borgia.

Otras perlas de Magione son: la Iglesia della Madonna delle Grazie, construida a principios del siglo XIII, cuyo interior alberga, entre otras hermosas obras de arte, un fabuloso fresco “La Majestad de la Virgen con el Niño”, obra de 1371, del célebre pintor Andrea di Giovanni da Orvieto.
La Iglesia de San Giovanni Battista, cuya edificación se concluyó en 1571, está dotada de una fachada barroca de impresionante riqueza ornamental. Su interior aloja un ciclo de frescos de gran lirismo, obra del prestigioso pintor perusino Gerardo Dottori (1888-1977) y dos frescos bellísimos de principios del siglo XVI, procedentes de la escuela del famoso pintor perusino Bernadino di Betto “Il Pinturicchio”.
Por otra parte, destacan la imponente Torre dei Lambardi, de 60 metros de altura, construida entre los siglos XII y XIII, por iniciativa de la Orden de los Caballeros de Jerusalén, en calidad de torre vigía y defensiva de la ciudad, y el espléndido Palazzo Comunale, sede del Ayuntamiento de la ciudad, con los techos afrescados por Gerardo Dottori, con hermosas representaciones de las pintorescas localidades pertenecientes a este municipio.

Entre las localidades que conforman el área territorial de Magione, situadas en las inmediaciones del maravilloso Lago Trasimeno, lo que por su ubicación, singularidad y perfecto estado de conservación las convierte en metas de ensueño para pasar unas vacaciones, destaca por su interés histórico y artístico San Feliciano. Se trata de una antigua localidad pesquera, situada frente a la pequeña Isla Polvese, en cuyos alrededores se encuentran los vestigios del mayor castillo jamás construido en el territorio: el Castello dello Zocco , del siglo XIII. La colina que domina esa localidad está presidida por otro castillo imponente: la Rocca Baglioni, del siglo XIV. Por otra parte, en San Feliciano está la sede del célebre Museo della Pesca, que alberga una interesantísima colección de aparejos de pesca, algunos antiquísimos, utilizados a lo largo de los siglos en el Lago Trasimeno.
Otros pueblecitos pintorescos del área de Magione ideales para descansar junto al Lago Trasimeno y que, además, están guarnecidos con fortalezas son: Sant’Arcangelo, Agello, Montemelino y Montesperello.
Me apenaría mucho terminar mis comentarios sobre Magione sin haceros llegar una breve reseña a la memoria de uno de sus ciudadanos más sobresalientes y singulares: Hacia 1190, nace aquí, Giovanni dal Pian del Carpine, uno de los religiosos franciscanos de la Orden Menor más carismáticos y peculiares de la Edad Media. Hombre muy inteligente y culto, de acendrado valor y de fe inquebrantable, emprendió viaje, en 1245, a Mongolia con escasísimos medios, portando consigo unas cartas del Papa Inocencio IV, dirigidas al Emperador de Mongolia, en las que le pedía su conversión al cristianismo y, por tanto, el cese de las tremendas hostilidades entre musulmanes y cristianos.
Tras 13 meses de viaje, el Padre Giovanni llega a Mongolia. Después de muchas penalidades y contratiempos, consigue que se le abran con respeto las puertas de la corte del Gran Khan, entonces Güyük Khan, quien acababa de subir al trono, tras la muerte de su padre, Gengis Khan. Éste queda impresionado con su personalidad y sus palabras, aunque desdeña las pretensiones del Papa y contesta a sus cartas con la misma soberbia con las que Inocencio IV había redactado las suyas, ya que, lógicamente, no albergaba la menor intención de someter su imperio al de la cristiandad. No obstante la continuidad de las Cruzadas, pues en 1248 se iniciaría la VI, el Padre Giovanni y Güyük Khan se reconocen a través de su mutua inteligencia, independientemente de la diferencia de credos y de sus posiciones tan encontradas.
A su regreso a Roma, a finales de 1247, para entregarle al Papa la respuesta del Gran Khan, fechada en noviembre de 1246, escrita en persa y conservada en los Archivos de la Santa Sede, el célebre predicador Giovanni dal Pian del Carpine traía consigo el libro que había escrito durante su larga estancia en Mongolia, “Historia Mongalorum”, con datos y detalles de interés tan grande que Marco Polo, entre otros viajeros insignes, lo utilizaría posteriormente en su viaje a China. El ilustre religioso fallecería en agosto de 1252, después de haber sido nombrado Obispo de Antivari (Montenegro), dejando tras de sí una de las vidas dedicadas a la fe y a la pacificación entre las diversas culturas más apasionantes de toda la historia de la Edad Media.

Cuando os hayáis dado un buen paseo por Magione y hayáis visitado todas las joyas arquitectónicas que os he detallado o, por lo menos, algunas de ellas..., os aconsejo que os vayáis a comer o a cenar “Al Coccio”, en Via del Quadrifloglio, 12. Es un restaurante de ambiente íntimo, decorado al estilo de una casona antigua, con refinamiento, pero sin pretensiones inútiles, en el que se come de verdadero lujo por un precio muy equilibrado.
Su cocina está basada en las antiguas recetas locales, pero con un toque de creatividad que convierte los platos tradicionales en bocados delicados y exquisitos. Os sugiero que probéis una de sus especialidades que difícilmente vais a encontrar en otro sitio: el “carpaccio” de buey de auténtica raza “chianina”, aderezado con trufas y setas de bosque, acompañado de un buen “Sagrantino” de Montefalco, vino excelente donde los haya, que casa a las mil maravillas con esa vianda regia. Dependiendo de lo que toméis además, podéis salir por unos 35 € por persona.
¡Que lo disfrutéis!



Sylvia

Umbertide: Una diosa acariciada por las aguas del Tíber.



Esta preciosa ciudad medieval, de origen etrusco, está situada entre Città di Castello y Perugia, cerca de la línea fronteriza que separa la región de Umbría con la de Toscana, a 22 Km. al sur de Città de Castello, y a 35 km. al norte de Perugia, a cuya provincia pertenece.
Detenerse en Umbertide, considerada como la segunda ciudad de territorio del Alto Tiber, es un lujo para el espíritu y los sentidos en medio del recorrido existente entre Città di Castello y Perugia. Con independencia de lo anterior, ese territorio es tan sumamente hermoso e interesante, que invita a hacer “parada y fonda” en todos sus espacios y recovecos, pues en medio de esa naturaleza fértil y alegre, con la que ha sido bendecida por los dioses que la protegieron en la antigüedad, siempre surge una localidad medieval, un pueblo, una aldea, una fortaleza majestuosa erigida en la cima de una colina, o un yacimiento arqueológico en las faldas de otra, que hacen que nuestra admiración y respeto por esta región se acreciente por momentos, alcanzando cotas que, de no estar en Umbría, no habríamos imaginado jamás.

Umbertide está enclavada en el centro del Valle Alto del Tíber, a 250 metros sobre el nivel del mar, y cuenta con unos 16.000 habitantes. Posee una personalidad fuerte, de marcado carácter monumental, ensalzada por el perfecto estado de conservación en el que se encuentra.
La localidad está rodeada de colinas en las que abunda una vegetación radiante, al amparo del impresionante Monte Acuto. La atraviesa el mítico río Tiber cuyas aguas acarician las poderosas murallas que aún cercan la importante ciudadela que fuera en la Edad Media.


Desde los tiempos de la civilización umbra, fue una localidad rica gracias a su privilegiada posición original a orillas del Tíber, convirtiéndose en un destacado centro de intercambio comercial entre los umbros y los etruscos. Posteriormente, la conquistaron los romanos y la llamaron Pitulum. A mediados del siglo VI, fue arrasada por las tropas ostrogodas del Rey Totila, en su lucha contra el imperio bizantino por hacerse con el poder de la península itálica. Fue reconstruida entre los siglos IX y X, por los hijos de Uberto, Marqués de Toscana, y llamada, por tanto, “Fracta filiorum Uberti”. Pasó a llamarse Fratta y adquirió su actual denominación a partir de la reunificación de Italia, en honor del Príncipe Humberto de Saboya, quien sería Rey de Italia entre 1878 y 1900.

A lo largo de toda la Edad Media, Umbertide, entonces Fratta, se verá envuelta en las disputas por el poder entre los distintos feudatarios del territorio. No obstante, los recurrentes ataques y asedios, consiguió ser autónoma hasta el siglo XIII, cuando pasa a estar en poder de Perugia. En 1374, Perugia ordena la construcción de la impresionante fortaleza que, al día de hoy, sigue siendo el emblema de la ciudad.

La construcción de la fortaleza, conocida como “Rocca”, se prolongó hasta 1389, bajo la dirección del insigne arquitecto militar perusino Alberto Guidalotti, de acuerdo con el proyecto realizado por Angeluccio di Ceccolo, importante arquitecto de la época nacido en el área de la entonces Fratta.
La “Rocca” - que actualmente dedica varias de sus salas a destacadas exposiciones permanentes y temporales de arte contemporáneo, además de ser la sede museística del “Centro per l’Arte Contemporanea” - está formada por una torre cuadrada de más de 31 m. de altura, por casi 8 de anchura, situada frente al torrente Reggia, afluente del Tíber, con unos muros de más de 2 m. de espesor. La fortaleza se adentra en la ciudad mediante dos torreones redondos, unidos a la “Rocca” y un imponente baluarte cuadrado. Cuando se construyó, contaba con dos puertas de acceso, con sendos puentes levadizos, si bien ahora conserva solo la puerta que da a la bellísima Piazza Fortebraccio.
Tras un largo y cuidadoso proceso de restauración, llevado a cabo en la pasada década de los 80, la “Rocca” ha sido objeto de algunas reformas estructurales, como, por ejemplo, la conexión de la Piazza del Mercato con la Piazza Fortebracci, por medio de un pasaje interior, muy hermoso y amplio, excavado en la base del torreón izquierdo, que posibilita también el acceso directo al espléndido Teatro dei Riuniti, una verdadera joya de principios del XIX, en el que, entre los meses de noviembre y marzo, se lleva a cabo una de las temporadas más prestigiosas de teatro de la región de Umbría.

El centro histórico de Umbertide se desarrolla desde las murallas de la “Rocca” hasta la Piazza di San Francesco, situada en el llamado “Borgo Inferiore” (parte baja de la ciudad). En el centro histórico, caracterizado por su singular trazado urbano medieval, y su espléndida arquitectura, destacan una serie de iglesias impresionantes:
La fabulosa Colegiata de Santa Maria della Reggia, del siglo XVI, de planta octogonal y coronada por una cúpula magnífica. Su peculiar interior en forma de círculo, está delimitado por unas hermosísimas columnas de estilo dórico. Entre otras obras de arte, alberga unos lienzos de Niccolò Pomarancio (1553-1626) de valor incalculable.
La bellísima Iglesia di Santa Croce, del siglo XVII, barroca, suntuosamente ornamentada, que aloja un museo en el que se conserva el famoso “Descendimiento” de Luca Signorelli, nacido y fallecido (1443-1523) en la cercana Cortona (Toscana), que está considerado como uno de los grandes pintores del Renacimiento. Así mismo, el museo conserva la célebre “Madonna in Gloria con Bambino e Santi” de Niccolò Pomarancio, además de obras de destacados pintores de la escuela umbra de los siglos XIV, XV y XVI.
La elegante Iglesia di Santa Maria, de finales del siglo XV, que conserva un soberbio fresco del genial pintor perusino Bernardino di Betto “Il Pinturicchio” (1454-1513)
Así como las iglesias de San Francesco, del siglo XIV, y la de San Bernardino, del XVI, ambas muy hermosas y perfectamente conservadas.

A unos 5 Km. al norte de Umbertide se encuentra otra de las fortalezas más impresionantes y mejor conservadas del Valle del Tíber. Se trata del Castillo de Civitella Ranieri, construido entre los siglos XV y XVI. Está formado por cuatro cuerpos colosales, dos de los cuales son torres circulares, mientras que las otras dos son estructuras cuadradas.
La espléndida fortaleza domina la hermosa y exuberante llanura cercana.

El hecho de que me haya entusiasmado con el arte monumental que abunda en Umbertide, y que haya dejado un poco de lado su apasionante historia, no significa que vaya a cerrar esta página sin comentaros otra de las delicias de esta preciosa y próspera localidad. Umbertide es otra de las ciudades de Umbría que destaca por sus extraordinarios vinos D.O.C, al estar incluida en la ruta conocida como “La Strada del Vino dei Colli del Trasimeno”, en la que se producen, fruto de sus propios viñedos, vinos tan célebres como el “Sangiovese”, el “Grechetto”, el “Trebbiano”, el “Canojolo” o la “Malvasia”.

¿Dónde paramos a comer en Umbertide? Hay muchos restaurantes buenos tanto en la ciudad como en los alrededores, pero os aconsejo “Il Rustichello”, situado en Via Montessori, donde comimos el domingo pasado. Es muy bonito y agradable, y está muy cuidado, pese a carecer de pretensiones. Sirven una estupenda cocina local, basada en pastas hechas a manos, condimentadas, según su textura y grosor, con distintas y deliciosas salsas (los gnocchi con salsa de setas de bosque son sensacionales) así como una excelente variedad de carnes, desde caza, hasta cordero y ternera, tanto al horno, como guisadas o la brasa (¡el solomillo de buey a la brasa estaba de 10!). Los vinos de la casa, son los de la zona, muy buenos y absolutamente genuinos.
Podéis salir por unos 30 €, más o menos, por persona.

Nada caro, en mi opinión, teniendo en cuenta la calidad de la comida y la amabilidad y atención del servicio.

Sylvia