jueves, 14 de febrero de 2008

Narni: Su estoica reconstrucción y la fascinante vida subterránea.





Si el martes nos quedamos en la Iglesia de San Domenico, incluída en el conjunto arquitectónico religioso de San Domenico, del siglo XIII, en el que actualmente están las sedes de la Biblioteca Municipal de Narni, de su Archivo histórico y de la hermosa Pinacoteca de la ciudad, cuajada de obras de arte, pertenecientes en su mayoría a prestigiosos artistas toscanos y umbros, y respectivas escuelas, de los siglos comprendidos entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, hoy, resignada a que se me queden en el tintero otras iglesias, palacios y monumentos bellísimos que ornamentan esta ciudad tan fascinante, os voy a hablar de otra faceta interesantísima de Narni, constituida por sus numerosos pasadizos subterráneos.
Bajo la actual superficie de esta ciudad, han salido a la luz estratos de edificaciones y de trazados urbanos antiquísimos, que hacen que hoy en día posea una interesantísima historia “enterrada”, si bien visible y digna de ser visitada con detenimiento.

Para comprender bien lo anterior, con independencia de la antigüedad de Narni, de cuya existencia se tienen noticias que se remontan al siglo VI a.C., conviene retroceder al incendio y destrucción de Narni, el infausto día 27 de julio de 1527, como continuación al saqueo de Roma por parte de las tropas integradas minoritariamente por soldados regulares españoles e italianos y, esencialmente, por los llamados “landsknecht”, mercenarios luteranos de procedencia germánica. Las tropas estaban organizadas por Carlos III de Borbón, Delfín de Auvernia, Duque de Borbón y Conde de Montpensier. A su mando, estaban tanto el Delfín de Auvernia como el aristócrata y capitán de ventura alemán Georg Von Frundsberg, luterano, pero al servicio de los Habsburgo, que capitaneaba a los “landsknecht”.
Dicho contingente militar, formado por cerca de 35.000 hombres, se envió a Italia a luchar contra los Estados Pontificios - concretamente contra el Papa Clemente VII - , de acuerdo con la decisión tomada por el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, como consecuencia de la adhesión de ese pontífice a la Santa Liga de Cognac (1526), lo que podía poner en peligro la integridad del Sacro Imperio Romano Germánico, a menos que no se consiguiera que Clemente VII (nacido, curiosamente…, Giulio de’Medici, sobrino de Lorenzo el Magnífico) se sometiera al Imperio, como terminó por suceder.
Tras haber cumplido con su objetivo principal, el Saqueo de Roma, el 6 de mayo de 1527, y habiendo muerto en el transcurso del mismo el Delfín de Auvernia, además de estar gravemente herido el “condottiero” Von Frundsberg, los “landknecht”, junto a una parte de la soldadesca, siguieron saqueando y devastando todas aquellas ciudades situadas en su camino de regreso.

Si reflexionamos un poco sobre este episodio histórico, en absoluto aislado de las seculares luchas de poder entre el Vaticano y el Imperio, nos percatamos enseguida, en virtud de las figuras dominantes implicadas en ese terrible capítulo de la historia de Roma (murió la quinta parte de la población civil) y de los territorios vecinos, de la enorme codicia y cinismo instalados detrás de cada cetro, corona, mitra y blasón.

Al poco de la canallesca devastación de la ciudad, Narni, inquebrantable, se puso manos a la obra para reconstruir su ciudad sobre los restos de las edificaciones, plazas y calles preexistentes, con el empeño de restituirle el mismo esplendor y estilo que la distinguiera antes del 27 de julio de 1527. Se considera que la reconstrucción de Narni, ciudad pequeña, pero dotada de un inmenso patrimonio artístico, se prolongó hasta finales del siglo XVI, con la participación de los artistas más prestigiosos de la época activos en el centro de Italia. Entre ellos: Ippolito Scalza, Taddeo y Federico Zuccari, Jacopo Barozzi da Vignola y Antonio da Sangallo “Il Giovane”.
Con el paso del tiempo, al acometer obras en la ciudad o al restaurar determinados monumentos, han ido apareciendo verdaderas joyas arquitectónicas de la civilización romana y de la Edad Media.

Los “Subterráneos de San Domenico” que os mencioné este martes, se encuentran bajo el conjunto arquitectónico religioso del mismo nombre. Los dominicanos integraban una gran parte de los tribunales eclesiásticos italianos de la “Santa Inquisición”, por lo que en esos pasadizos se conserva, entre otras cosas, una celda que estuvo habitada por las víctimas del correspondiente tribunal de Narni, en cuyas paredes hay inscripciones escalofriantes.
Bajo la Iglesia de San Domenico, anexa al convento, están los restos de una instalación romana dotada de una cisterna.

La espléndida Iglesia de Santa Maria Impensole, situada en Via Mazzini, románica, procedente del siglo VIII y reconstruida en la segunda mitad del siglo XII, y considerada como un paradigma de ese estilo arquitectónico en el sur de Umbría, alberga bajo la cripta los restos de un templo pagano romano. Además, se conservan dos grandes cisternas romanas, una de las cuales está prácticamente intacta.

Bajo la hermosa Piazza Garibaldi, se ha encontrado otra cisterna de piedra, enorme y procedente de la Alta Edad Media, conocida como “Lacus Grande”, de gran belleza arquitectónica, abovedada y con el suelo tallado.

Por otra parte, el Acueducto della Formina, romano, de 13 Km. de longitud, permite realizar un sorprendente recorrido por lo túneles de San Biagio, de San Silvestro y del Monte Ippolito.

¿Qué os parece si celebramos la heroica reconstrucción de Narni y sus fascinantes pasadizos subterráneos con una gran cena?

Vamos allá. Esta noche os propongo que vayamos a “Il Pincio”, en Via XX Setiembre, 117.
Este restaurante precioso, de estilo medieval, está alojado en el sótano de un espléndido palacio nobiliario. Algo así como una gruta elegantísima.
Sirven unos platos de pasta, hecha a mano y condimentada con las salsas más diversas y sabrosas, que son como para quitar el hipo. Por ejemplo, los tallarines con calabacines y su flor. La flor del calabacín, amarilla y pequeña, se come mucho por aquí, tanto rebozada, como para condimentar pastas y arroces y, os aseguro, que es una verdadera exquisitez.
Las carnes y los postres, todos artesanales, están de vicio.
Pese a ser un sitio tan bonito y singular, donde se come de maravilla, no es nada caro. Podéis salir por unos 25 ó 30 € por persona.

¡Anda! Se me olvidaba lo más importante… Desde Narni, ¡Felíz San Valentín!

Sylvia

1 comentario:

Miguel Molina dijo...

Interesante blog. Enhorabuena. Yo hace poco empecé uno, y veo que la idea es similar a la tuya.

Si quieres, estás invitada a dar una vuelta por allí.

Nos vemos

http://madridfotoafoto.blogspot.com